Centro de Investigaciones Geográficas CIG - Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales IGEHCS
Facultad de Ciencias Humanas FCH - Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires UNCPBA
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET


APORTE PARA LA REFLEXIÓN

Reflexiones sobre calidad de vida y espacio geográfico en Argentina: aportes al estado del arte

Reflections on quality of life and geographical space in Argentina: contributions to the state of art


Matías Adrián Gordziejczuk

Licenciado en Geografía. Doctorando en Geografía. Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET. Grupo de Estudios Sobre Población y Territorio (INHUS-FHUM-UNMdP). Universidad Nacional de Mar del Plata. Funes 3350 (7600) Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina, mgordziejczuk@mdp.edu.ar

Claudia Andrea Mikkelsen
Doctora en Geografía. Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Grupo de Estudios Sobre Población y Territorio (INHUS-FHUM-UNMdP). Universidad Nacional de Mar del Plata. Funes 3350 (7600) Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina, claudiamikkelsen@gmail.com


Recibido: 12 de diciembre 2019 || Aprobado: 28 de abril 2020


Cita sugerida:
Gordziejczuk, M.A. y Mikkelsen, C.A. (2020). Reflexiones sobre calidad de vida y espacio geográfico en Argentina: aportes al estado del arte. Estudios Socioterritoriales. Revista de Geografía, (27), 052. DOI: //https://doi.org/10.37.838/unicen/est.27-052

 


Resumen

En este artículo se presentan y sistematizan un conjunto de estudios empíricos sobre la calidad de vida en Argentina analizados desde la perspectiva espacial con la finalidad de aportar a la construcción del estado del arte en esta línea de investigación. En tal sentido, se han procesado treinta y dos estudios de caso o aplicaciones prácticas para ilustrar las dimensiones que se tienen en cuenta, los indicadores más empleados y las áreas de estudio y tipos de unidades espaciales de análisis contempladas hasta el momento. De esta manera se espera contribuir al debate en este campo de investigación, sistematizando los avances logrados en Argentina durante el arco tiempo considerado (2001-2018).

Palabras clave: Calidad de vida; Estudios espaciales; Dimensiones de análisis; Indicadores

Abstract

This article presents and systematizes a set of empirical studies on the quality of life in Argentina analyzed from a spatial perspective in order to contribute to the construction of the state of art in this line of research. In this sense, thirty-two case studies or practical applications have been processed to illustrate the dimensions taken into account, the most used indicators and the study areas and types of spatial units of analysis contemplated so far. In this way, it is hoped to contribute to the debate in this field of research, systematizing the progress made in Argentina during the period considered (2001-2018).

Key words: Quality of life; Space studies; Dimensions of analysis; Indicators


Introducción

En este artículo se presentan y sistematizan un conjunto de estudios empíricos sobre la calidad de vida en Argentina analizados desde la perspectiva espacial con la finalidad de aportar a la construcción del estado del arte en esta línea de investigación. Si bien se reconoce que los trabajos de Velázquez, Longhi, Paolasso y Celemín (2013) y Mikkelsen, Molgaray y Tonon (2017) aportan al estado del arte sobre los estudios que combinan las nociones calidad de vida y espacio geográfico en Argentina, en esta ocasión se avanza sobre una cuestión puntual, dado que se detallan las conclusiones obtenidas de la sistematización de treinta y dos estudios de caso, o aplicaciones prácticas. La intención ha sido ilustrar las dimensiones que se tienen en cuenta en las evaluaciones sobre calidad de vida; los indicadores más empleados para concretar el abordaje de tales dimensiones y las áreas de estudio y tipos de unidades espaciales de análisis consideradas.

Metodológicamente, resalta como estrategia de sistematización la revisión bibliográfica, puesto que permite tanto la toma de conocimiento sobre la temática en cuestión como así también la referencia y el análisis crítico de las investigaciones realizadas hasta el momento. Los documentos puestos bajo análisis constituyen un conjunto de publicaciones recopiladas a lo largo de los últimos años mediante la búsqueda de información tanto en formato analógico como digital (libros, capítulos de libros, artículos de revistas científicas y ponencias en seminarios/congresos/jornadas). Para la selección de los treinta y dos trabajos se desplegaron diferentes estrategias en forma paralela. La estrategia de búsqueda y actualización constante facilitada por el acceso cotidiano a internet generó una base de estudios desde la cual partir hacia el descubrimiento de otras investigaciones por medio de la revisión de listados de referencias bibliográficas citadas en los primeros, constituyendo una especie de red de revisión de lecturas, tan típico en la labor de investigación. También se hallaron contribuciones a través de Google académico, insertando como palabras clave: calidad de vida, espacio y Argentina, en el arco tiempo comprendido entre 2001 y la actualidad. Por otra parte, se requirió del envío de mensajes por correo electrónico a investigadores y grupos especializados en el tema, solicitando escritos no disponibles en versión digital o trabajos publicados solo en CD´s de ponencias en eventos académicos correspondientes a los años 2001 en adelante. Por fuera de la virtualidad, se acudió a bibliotecas y centros de documentación de la Universidad Nacional de Mar del Plata. De esta manera se fueron compilando investigaciones hasta el punto en el cual el efecto “bola de nieve” derivaba, en líneas generales, hacia autores e índices de calidad de vida ya sistematizados, alcanzando así la saturación. Debido a esto último, se debe remarcar que la base de antecedentes empíricos generada no se reconoce como un producto exhaustivo ni acabado, sino como una construcción subjetiva que intenta aproximar al conocimiento sobre las investigaciones empíricas que se han efectuado hasta el momento en relación a la espacialidad de la calidad de vida en Argentina.

Con anterioridad al apartado central, el cual presenta las treinta y dos investigaciones analizadas, se explica brevemente el origen del término calidad de vida y se intentan puntualizar sobre sus características distintivas. Definir y precisar este concepto adquiere una importancia redoblada por cuestiones como su difusión y uso popular (Abaleron, 1998) y su habitual tratamiento sinonímico con otras nociones que no significan específicamente lo mismo (condición de vida, nivel de vida y felicidad).


Acerca de la calidad de vida

Calidad de vida nace bajo un determinado contexto socio-histórico que le otorga sentido o razón de ser. En este caso, el concepto debe ser pensado en estrecha vinculación con la progresiva manifestación, a lo largo del siglo XX, de las consecuencias negativas de la industrialización en la sociedad, sobresaliendo tanto la cuestión del deterioro ambiental como el tema de la desigualdad socio-económica entre los países (Jiménez Romera, 2007).

Tonon (2008) ha sido una de las investigadoras que ha rastreado el origen del concepto calidad de vida, destacando que su divulgación se encuentra asociada a hechos como la consolidación del Estado de Bienestar y la necesidad de conocer la situación social de los países occidentales consumada la Segunda Guerra Mundial. En estrecha vinculación al primero de estos acontecimientos, la autora revela que los orígenes de esta noción se remontan a 1932, “cuando el economista Pigou se refirió a cuantificar los servicios o costos sociales de las decisiones de gobierno para poder calcular un producto social neto” (Tonon, 2008, p. 26). Curiosamente, esa primera mención lejos parece haber quedado de la concepción que dicho concepto reviste en la actualidad, puesto que la dotación de servicios de infraestructura y equipamientos (acciones políticas representativas del Estado de Bienestar) solo simbolizan una parte del término, sin considerar su dimensión subjetiva, o lo que las personas piensan y sienten respecto a los aspectos más relevantes de sus vidas (Espinosa Ortiz, 2014).

En tal sentido, los estudios de calidad de vida encuentran su precedente en los análisis económicos y objetivos sobre las condiciones materiales en las que se desenvuelve la sociedad, investigaciones llevadas a cabo en torno a la mitad del siglo XX, a partir de la influencia en las Ciencias Sociales del neopositivismo y el desencadenamiento del movimiento de indicadores sociales (Ducan, 1969 en Somarriba Arechavala, 2008). En segunda instancia, y en unión con la expansión del existencialismo y la fenomenología, se añaden hacia las décadas de 1970 y 1980 elementos de la subjetividad como la percepción sobre el bienestar, consolidándose progresivamente la idea de calidad de vida como un concepto integral (Lora, 2008 en Espinosa Ortiz, 2014). Transcurridas varias décadas de políticas de bienestar en los países occidentales, la importancia cada vez mayor de los valores postmateriales hizo que se introdujera paulatinamente este término para “denotar que hay algo más que simplemente bienestar material” (Veenhoven, 1994, p. 87).

Con el pasar del tiempo se han dado avances en la forma de evaluar la situación social de los países, siendo la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) organismos claves en afinar metodológicamente indicadores sociales no economicistas relacionados con áreas como salud, vivienda, empleo y educación. Bajo el rótulo calidad de vida, mediciones multivariadas e índices sintéticos obtuvieron una exigua correlación con el Producto Bruto Interno (PBI), confirmando la inadecuación de este último para reflejar el desarrollo social. Ben-Arieh (2008) expresa que el uso de indicadores estadísticos para monitorear las tendencias sociales se remonta a casi un siglo, no obstante es central indicar que el actual campo de debate tiene sus orígenes en el ‘movimiento de indicadores sociales’ de la década de 1960, donde la necesidad de incluir en los estudios el clima de cambio social significaba reconocer la importancia de estudiar y monitorear los grupos sociales.

Tal como se mencionó anteriormente, la década de 1970 fue aquella en la cual se empezaron a combinar indicadores objetivos y subjetivos en la investigación sobre calidad de vida. Ya para esos años, estudios llegaban a la conclusión que la prosperidad económica de las personas no repercutía necesariamente sobre su apreciación de un mejor estado psicológico (Tonon, 2008). Pese a ello, la incorporación de indicadores de percepción no fue algo totalmente aceptado, más aún en el ámbito de los organismos supranacionales que en el académico. Tal como explica Somarriba Arechavala, “en la OCDE el planteamiento teórico inicial fue incluirlos pero posteriormente por dificultades prácticas se eliminan, mientras que la ONU excluye de entrada este tipo de indicadores, no sin antes reconocer su interés” (2008, p. 47). Académicamente, instituciones fundadas en la década de 1990, como la International Society for Quality of Life Studies (ISQOLS) y, en el caso de Iberoamérica, el Instituto de Investigaciones sobre Calidad de Vida (IRQV) de la Universidad de Girona (España), lograron potenciar y desarrollar la investigación en el ámbito de la calidad de vida de modo integrado e interdisciplinariamente (Mikkelsen et al., 2017).

A partir de estos sucesos, la expresión calidad de vida acrecienta su importancia, constituyendo un campo de investigación y un enfoque mediante el cual se aborda la realidad social. Se trata de una forma de pensar adoptada frente al predominio de la mirada economicista con la que históricamente se ha asimilado al bienestar humano hasta bien transcurrida la primera mitad del siglo XX (Camargo Mora, 1999) e influenciada en gran medida por los postulados del economista y filósofo Sen acerca del desarrollo en sentido amplio (Celemín y Velázquez, 2015).

No existe una conceptualización de calidad de vida universalmente aceptada, más aun, las definiciones dependen del contexto en el que se fundan, la disciplina de origen del investigador que la formula y la metodología o dimensiones a las que se adscribe (Espinosa Ortiz, 2014). La definición postulada por Alguacil Gómez (2000) ha sido retomada por otros autores (Jiménez Romera, 2007; Espinosa Ortiz, 2014) ya que en su generalidad han encontrado un buen punto de partida para complejizar el concepto. Según este autor, calidad de vida se entiende como “un grado óptimo de la satisfacción de las necesidades humanas” (Alguacil Gómez, 2000, s/d en Jiménez Romera, 2007, p. 1). A pesar de estas pocas palabras, el enunciado contiene lo esencial del concepto: su direccionalidad positiva, cuestión reflejada a través de su calificación como algo óptimo, recomendable o bueno. Esto se debe a que la atención se centra más en los logros que en las privaciones, como así también en las necesidades satisfechas, los objetivos cumplidos, las metas alcanzadas y los aspectos que conducen a estar mejor (Camargo Mora, 1999; Espinosa Ortiz, 2014).

Como suele explicar Velázquez (2001; 2016), calidad de vida reviste una naturaleza teórica y metodológica diferente a la de conceptos como pobreza. Mientras que esta última es una medida de carencia que comúnmente abarca a quienes no alcanzan un piso mínimo coyuntural y/o estructural, esto es, estar por debajo de la Línea de Pobreza (LP) o poseer Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), calidad de vida es una medida de logro cuya evaluación se ejerce en relación a un techo de valores, aspiraciones y expectativas que varían según espacio y ascienden conforme pasa el tiempo. En este sentido, aquello que se considera bueno “depende de la imagen del mundo que individuos y grupos tengan de la vida en una sociedad espacial, temporal, cultural y políticamente determinada” (Abaleron, 1998, p. 3). Por tanto es mucho más complejo que reflexionar en torno a un logro o a un alcanzable, significa también estudiar la complejidad de relaciones reinantes espacialmente en el concreto de residencia de los sujetos para satisfacer necesidades materiales y no materiales.

Desde el punto de vista metodológico y de aplicación empírica, la direccionalidad positiva que reviste el concepto calidad de vida se expresa mediante la utilización, en líneas generales, de variables de beneficio, es decir, aspectos cuyo incremento implica una mejor situación relativa, favoreciendo a la población (Velázquez, 2001; Lucero, 2016). La posesión de nivel de instrucción universitario completo y la tenencia de obra social ejemplifican esta clase de variables.

Así como calidad de vida y pobreza no son antónimos, calidad de vida y felicidad no son sinónimos. Respecto a la relación entre estos dos últimos conceptos, las ideas de Veenhoven (2001) resultan claras al especificar que la felicidad se asocia con el bienestar subjetivo y con el disfrute de la vida, siendo un miembro más de la familia conceptual del primero, junto con otras nociones como, por ejemplo, condición de vida.

Intentar comprender la categoría calidad de vida lleva a referir al aporte de Abaleron (1998), quien hace hincapié en el carácter evaluativo del término. Tal como sostiene Espinosa Ortiz (2014), este concepto se basa en el establecimiento de comparaciones y valores de referencia relacionados con la forma en que otras personas y/o grupos sociales, en otros contextos territoriales llevan adelante su vida. No obstante, Abaleron (1998) se detiene en precisar que hablar de calidad de vida no solo implica una evaluación de tipo objetiva, es decir, basada en lo mensurable o cuantitativo, sino también subjetiva. El primer enfoque se circunscribe al análisis del bienestar, o del “conjunto de condiciones objetivas necesarias, pero no suficientes, para la satisfacción de las necesidades humanas” (Jiménez Romera, 2007, p. 5), utilizando para ello indicadores sociales en lugar de medidas de ingreso y producción. En cambio, la segunda perspectiva se preocupa por conocer las expectativas, aspiraciones y opiniones de los sujetos en relación a la vida misma o alguna de sus dimensiones (Tonon, 2008).

Es fundamental asumir que, aún cubiertas las necesidades básicas y garantizada la accesibilidad a servicios, cuestiones subjetivas como las creencias y deseos individuales pueden llegar a contradecir lo que se evidencia en términos objetivos en el territorio (Abaleron, 1998). Por tal motivo, la consideración de la subjetividad, es decir, la percepción o valoración individual, es lo que hace particular al concepto calidad de vida, distinguiéndolo de otros términos descriptivos y cuantitativos como condición de vida o nivel de vida (Abaleron, 1998).

Tal como enseña Velázquez (2001; 2016), la dimensión subjetiva de la calidad de vida puede y debe ser comparada con la objetiva, pero nunca asimilada. Entre medición y percepción ronda la posibilidad de revelar tanto concordancias como contradicciones. Mientras que, desde el punto de vista objetivo, falencias en los instrumentos de medición pueden ser las responsables de dichas contrariedades, desde la dimensión subjetiva quizás estas se deban a la activación de mecanismos de defensa y/o evasiones psicológicas individuales o colectivas ante una determinada realidad (Velázquez, 2001). Si bien los indicadores objetivos son indispensables para evaluar el plano social (empleándose generalmente categorías como calidad de vida urbana, rural, comunitaria u otra), su ponderación puede no coincidir con el plano individual o con la jerarquía de valores de una persona, o con los valores prevalecientes entre las sociedades. De hecho, Tonon y Castro Solano (2012) comprueban, mediante encuestas, que la calidad de vida a nivel macro-social no siempre concuerda con el nivel de satisfacción personal (nivel micro), destacando la importancia del trabajo inter-escalar para el acceso al conocimiento sobre las múltiples realidades por las que se encuentran atravesadas las personas.

El carácter evaluativo de la calidad de vida y su doble incumbencia, objetiva y subjetiva, material e inmaterial, se pueden ver representados en definiciones que brindan mayor nivel de detalle que la de Alguacil Gómez (2000). En sentido cronológico se destacan las siguientes conceptualizaciones de calidad de vida:

(…) el grado de excelencia de la misma (total o parcial de acuerdo a diversas dimensiones) tanto desde el punto de vista intersubjetivo dominante en una sociedad dada como del subjetivo de individuos y grupos involucrados, en un tiempo determinado y en un espacio geográfico preciso. (Abaleron, 1998, p. 7)

(…) una medida de logro respecto de un nivel establecido como óptimo teniendo en cuenta dimensiones socioeconómicas y ambientales dependientes de la escala de valores prevaleciente en la sociedad y que varían en función de las expectativas de progreso histórico. (Velázquez, 2001, p. 164)

(…) grado en que la vida de una persona es deseable en comparación con las que se consideran indeseables, a menudo con un énfasis en componentes externos (…). Pero también se refiere a la experiencia subjetiva, que incluye no sólo la calidad de las circunstancias de la vida, sino también las percepciones de las personas, los pensamientos, los sentimientos, emociones y las reacciones a esas circunstancias. (Diener, 2006, s/d en Espinosa Ortiz, 2014, pp. 341-432)

Aunque lo usual sea señalar la naturaleza objetiva y subjetiva del concepto, muchas veces las tradiciones disciplinares y profesionales conducen a abordar solo una dimensión de la calidad de vida y, por ende, a tener una perspectiva acotada de la realidad. En relación a ello, Abaleron (1998) ha observado que en el campo geográfico predomina el enfoque objetivo a raíz de su especial preocupación por las cuestiones que son ‘externas’ a las personas, como por ejemplo la distribución espacial de los bienes y servicios y la accesibilidad a ellos, para las cuales se cuenta con mayor información estadística.

Dado que el espectro de necesidades humanas es cada vez más amplio, calidad de vida también resulta ser un concepto compuesto por múltiples dimensiones, entendiendo por ello a los diversos aspectos que conforman la vida, tales como la salud, la educación, el trabajo; entre otros (Jiménez Romera, 2007). Esta multidimensionalidad conduce a reconocer que se trata de un objeto de estudio multidisciplinar (Espinosa Ortiz, 2014), cuestión que explica la nutrida bibliografía referida al tema.

El ejercicio de relacionar a los autores desplegado hasta aquí permite establecer que calidad de vida es una forma particular de abordar la realidad social multidisciplinarmente, caracterizada por su complejidad que viene dada de las dimensiones a las que remite, la atención direccionada positivamente hacia los logros, satisfacciones y capacidades tanto individuales como sociales y el espíritu evaluativo que comprende aspectos objetivos y subjetivos, materiales e inmateriales, cuantitativos y cualitativos, entendida además como una construcción social e histórica. No perder de vista estas características es importante para mantener el rumbo de una investigación e ir sorteando la enmarañada relación que esta establece con otras categorías con las que comúnmente se la asocia o confunde, tales como felicidad, condición de vida, bienestar y nivel de vida.


Estudios sobre calidad de vida y espacio en Argentina

En este apartado se realiza una aproximación al estado del arte de las investigaciones relacionadas con calidad de vida y espacio aportadas desde Argentina y para Argentina. Dado que la intención es ilustrar la situación más actual, ligada al siglo XXI, y que el trabajo de Velázquez (2001) ha sido previamente considerado como un estudio embrionario en el abordaje de esta temática de manera integral, multidimensional y con detalle territorial (Mikkelsen et al., 2017; Martínez, 2018), se toma a esta publicación como punto de inicio, procurando llegar hasta las últimas publicaciones; abarcándose aproximadamente un arco tiempo de diecisiete/dieciocho años.

Tal como se muestra en la Tabla 1, el siglo XXI trajo consigo el desencadenamiento de toda una serie de estudios, aplicados a distintas escalas y preferentemente desde la disciplina geográfica, interesados en evidenciar las diferenciaciones espaciales que existen en nuestro país respecto a la calidad de vida. Probablemente, la posibilidad de expresar dichas brechas a través de mapas elaborados por medio de los cada vez más accesibles sistemas de información geográfica (SIG) haya sido un factor seductor para contribuir al progresivo desarrollo de esta clase de estudios, como así también la agilización e informatización en el acceso a las bases de datos numéricas, las cuales se vuelven más rigurosas y exhaustivas.

Las treinta y dos contribuciones sistematizadas se distribuyen de la siguiente manera: tres libros, siete capítulos de libros, nueve artículos de revistas científicas y trece participaciones en eventos académicos. Como se podrá apreciar, la reiteración de algunos investigadores se debe a que han introducido en sus trabajos cambios sustanciales, tales como la incorporación de una nueva dimensión de análisis, fuente de datos, área de estudio o tipo de unidad espacial.

Al introducir la información contenida en esta tabla sobre un generador de nubes de palabras se pueden señalar algunos aspectos generales:

La Figura 1 revela que en las investigaciones sobre la espacialidad de la calidad de vida en Argentina hay dimensiones de aparición constante y otras intermitente. Mientras que el primer grupo se compone de los dominios educación, salud y vivienda, el segundo comprende aspectos que, si bien adquieren denominaciones diversas, rondan sobre lo ambiental, lo económico-laboral y la dotación de infraestructura, equipamiento y servicios.









Tabla 1. Investigaciones sobre calidad de vida en Argentina efectuadas desde una perspectiva espacial y multidimensional entre 2001 y 2018Fuente: elaboración personal



Figura 1. Palabras clave utilizadas para denominar a las dimensiones de la calidad de vida
Fuente: elaboración personal utilizando https://worditout.com


La limitación al uso de indicadores censales explica esta diferenciación entre las dimensiones que hacen a la vida. Este aspecto también se ve reflejado en documentos oficiales del Estado argentino. Tal es el caso del Índice de Calidad de Vida (ICdV) construido para diagnosticar la situación social del sistema urbano nacional en el Plan Estratégico Territorial 2011, el cual se basa únicamente en indicadores sobre educación, salud y vivienda.

A excepción de lo vinculado al dominio del trabajo, la diferenciación entre las dimensiones de aparición constante e intermitente se correlaciona con las macro-dimensiones privada y pública a las que aluden Gómez y Velázquez (2014) para referir a lo que es interno y externo a los hogares. En palabras de estos investigadores:

(…) variables como el acceso a servicios de confort básicos (agua de red, la descarga a red o el gas de red) se constituirían preponderantemente como dimensiones ‘públicas’ de la calidad de vida, dado que su existencia no siempre se relaciona con las condiciones materiales de los residentes, sino que expresa, en buena medida, las decisiones y las políticas de expansión de los suministros de tales servicios por parte de las empresas y los organismos prestatarios, cuestión que excede el ámbito de toma de decisiones de los residentes de las viviendas. En tanto, indicadores tales como los niveles de instrucción, los caracteres ocupacionales o las características edilicias son más asociables a decisiones o posibilidades que, aunque no totalmente, pasan más por manos de los residentes, por lo cual los catalogamos como dimensiones ‘privadas’. (Gómez y Velázquez, 2014, p. 3)

A continuación se prosigue con el abordaje de cada una de las dimensiones y con el reconocimiento de los indicadores utilizados. Vale reiterar que para entender la idea de dimensiones de aparición constante e intermitente se deben tener en cuenta aspectos como la escala de análisis que se adopta en cada estudio, el año de referencia y, por ende, el censo al que remiten como fuente de datos.


Dimensiones de aparición constante

La educación brinda herramientas para el logro de una mejor calidad de vida ya que la instrucción de las personas permite el desarrollo de sus habilidades y capacidades, las que a su vez repercuten, por ejemplo, sobre su empleabilidad. Sin embargo, como bien señalan Tonon y Castro Solano, la relevancia de la educación “(…) no está solamente asociada a la ampliación de las posibilidades futuras de inserción en el mercado laboral, sino que se conforma como una de las vías de realización de la vida personal y en comunidad” (2012, p. 160).

Las investigaciones presentadas en la Tabla 1 revelan que la educación es una de las dimensiones de la calidad de vida en la que se observa menor variabilidad en el uso de indicadores. A excepción del estudio de Discoli et al. (2016), en el que se tuvo en cuenta la disponibilidad de establecimientos públicos y privados, el resto de los trabajos toman en cuenta indicadores vinculados con el nivel de instrucción (Figura 2). De acuerdo con Velázquez (2001), la importancia de esta variable radica en su capacidad para discriminar entre los diferentes escalones que conforman la pirámide educativa, estando asociado su cumplimiento o no con determinadas situaciones de fortuna o adversidad en otros planos de la vida (acceso a un puesto laboral específico, adquisición de capital cultural).

Medido, según sea el caso, sobre la población en su conjunto, los jefes de hogar o un grupo etario específico, el ‘porcentaje de personas con nivel universitario completo’ es el indicador con mayor frecuencia de utilización en representación de la dimensión educación, aunque a veces también se considere al nivel posuniversitario. Por un lado, esto es coherente con la direccionalidad positiva propia del concepto calidad de vida, puesto que dicho indicador expresa el alcance o cumplimiento de un determinado logro u objetivo, siendo en este caso la obtención del máximo nivel de instrucción ofrecido hasta el momento. Por otro, esto también guarda correspondencia con el aumento de las categorías establecidas en los formularios censales, ya que recién en el recuento de 2010 la pregunta sobre nivel educativo cursado incorpora la opción posuniversitario, cuestión que sostiene la complejización de la sociedad y la dinámica que esto le imprime a la selección de los indicadores. En contrapartida, el ‘porcentaje de población con educación primaria incompleta’ o mínimo nivel de instrucción adquiere mayor frecuencia de uso que el porcentaje de personas con secundario completo, pese a que la educación secundaria en Argentina es obligatoria desde el año 2006 y que dicho nivel corresponde a un mayor grado de instrucción.



Figura 2. Palabras clave asociadas a la dimensión educación
Fuente: elaboración personal utilizando http://worditout.com


Al igual que con la educación, sobre la salud abundan menciones respecto de su rol en la determinación de una buena calidad de vida, puesto que alude al goce de un bienestar físico, mental y social, y no solo a la ausencia de enfermedad (Aveni, 2015). Sin embargo, es necesario señalar que las bases de datos que generalmente se utilizan (censos y encuestas oficiales) no realizan mediciones explícitas sobre el estado de salud de la población y que, en consecuencia, se suele recurrir a indicadores indirectos referidos a su situación sanitaria y/o su posibilidad de acceder a servicios médicos (Mikkelsen et al, 2013). Es por ello que en varias investigaciones se reemplaza al término salud por otros conceptos como saneamiento o sanidad.

La Figura 3 muestra que los indicadores utilizados en las evaluaciones sobre calidad de vida en representación de la dimensión salud, sanidad o saneamiento varían entre unas pocas opciones. Entre ellas, la frecuencia en el uso del ‘porcentaje de población con obra social, mutual o prepaga’ supera con creces a las demás. De acuerdo a las palabras de Velázquez, la información sobre cobertura social en salud refleja de forma indirecta “la proporción de población ‘contenida’ en el sistema de salud y en la estructura económica, ya que abarca, en gran medida a trabajadores en relación de dependencia” (2001, p. 78).

De acuerdo a la nómina de estudios precitados, los otros indicadores que más se utilizan son la ‘tasa de mortalidad infantil’ y algunas medidas porcentuales vinculadas con el agua, cuyas expresiones más frecuentes son ‘porcentaje de población u hogares con acceso al agua potable dentro de la vivienda’ o ‘porcentaje de población u hogares con agua para beber y cocinar proveniente de red pública’. Pese a no negar que la tasa de mortalidad infantil “constituye uno de los indicadores fundamentales para establecer el nivel de salud de una población” (Velázquez, 2001, p. 78) y reconocer que existe la posibilidad de transformar los valores de esta tasa en números estandarizados1, aquí se sostiene que su sentido negativo, o condición de indicador de costo, no lo convierte en un aspecto ideal para ser considerado en una medición sobre calidad de vida.

 


Figura 3. Palabras clave asociadas a la dimensión salud
Fuente: elaboración personal utilizando http://worditout.com


En cuanto a la dimensión vivienda, su capacidad de brindar refugio, seguridad y privacidad, la convierte en un componente fundamental de la calidad de vida. Además de asegurar la reproducción cotidiana por su capacidad de proveer servicios habitacionales (Torrado, 2003 en Mikkelsen, Ares, Gordziejczuk y Picone, 2018), la vivienda representa un importante elemento de identificación social (Lucero et al., 2008) y, tal como menciona Ares (2008) aludiendo a los valores de la sociedad argentina, lograr su tenencia en propiedad es “(…) según se mire, el punto de partida para el ‘progreso’ o punto de llegada y símbolo de ‘progreso’ para el hogar” (Ares, 2008, p. 343).

A pesar de lo señalado, la Figura 4 revela, de acuerdo a los estudios de la Tabla 1, que el régimen de tenencia de la vivienda, cuyo indicador de beneficio sería el hecho de ser propietario de la vivienda y el terreno, casi no ha sido tenido en cuenta, pese a que, como demuestra Lucero (2016), dicho atributo viene siendo relevado con continuidad, al menos desde el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 1991. Puede que el motivo de esta falta de consideración radique en que el INDEC no haya publicado el dato para el tipo de unidad espacial de análisis utilizada por los investigadores o a la variación en cuanto a la nomenclatura en los tipos de vivienda.

Por su parte, la cuestión del hacinamiento es el aspecto al que se recurre con mayor frecuencia para evaluar la dimensión vivienda. De acuerdo con las reflexiones de Velázquez (2001) y Lucero (2016), este cociente entre la cantidad de personas del hogar y la cantidad de habitaciones de las que este dispone (sin contar baño y cocina) refleja si se dan o no las condiciones para el despliegue de una convivencia optima, capaz de permitir el desarrollo individual de sus integrantes y asegurar su intimidad. Aunque la naturaleza de este concepto sea negativa en el sentido que alude a “la deficiencia de la vivienda en relación con la cantidad de moradores” (Velázquez, 2001, p. 78), en varios de los estudios empíricos examinados se trabaja venerando la direccionalidad positiva propia de la idea de calidad de vida, puesto que analizan el ‘porcentaje de personas u hogares sin hacinamiento’, es decir, dos o menos personas por cuarto.

Al hacinamiento le siguen indicadores relacionados con el equipamiento de la vivienda, y más precisamente con la presencia en ella de elementos básicos que influyen sobre la provisión de higiene y privacidad para el hogar. Tal es el caso del ‘porcentaje de viviendas con baño de uso exclusivo’ para los integrantes del hogar y del ‘porcentaje de hogares con inodoro con descarga de agua y desagüe a red pública’.



Figura 4. Palabras clave asociadas a la dimensión vivienda
Fuente: elaboración personal utilizando http://worditout.com


Dimensiones de aparición intermitente

A partir de la década del setenta, en consonancia con la creciente importancia de las cuestiones ambientales se han incorporado diferentes indicadores que reflejan el contexto ambiental ya sea a partir de la percepción de los individuos (indicador subjetivo) o a través de información provista por organismos gubernamentales (indicadores objetivos). (Celemin, Mikkelsen y Velázquez, 2015, p. 75)

La heterogeneidad ambiental propia de Argentina y el hecho de que predominen los estudios de escala local (ciudades, fragmentos rurales o periurbanos, partidos/departamentos) sobre los provinciales, regionales o nacionales explican la variabilidad de aspectos tenidos en cuenta para evaluar al ambiente como dimensión de la calidad de vida. Ante tal escenario, la configuración de una nube de palabras pierde sentido, a causa del inconveniente de jerarquizar los conceptos clave contenidos en los indicadores. Dado que esta situación se replica en el caso de la dotación de infraestructura y servicios, se considera oportuno analizar a las dimensiones de aparición intermitente ‘al correr de la pluma’, partiendo de la información que brinda la base de datos construida.

Del conjunto de indicadores referidos a la dimensión ambiental, la inundabilidad, expresada a veces como indicador de costo (porcentaje de población residente en áreas con problemas de inundabilidad, porcentaje de radio censal con riesgo de inundabilidad) y otras como indicador de beneficio (porcentaje de viviendas ubicadas en zona no inundable), es el único aspecto que sobresale por su mayor frecuencia de uso. La importancia de esta variable no solo se explica por la predominancia de aplicaciones empíricas circunscriptas a la Argentina húmeda, sino también por el peso que adquieren los estudios de calidad de vida centrados en espacios urbanos, ya que, comúnmente, en entornos de extrema artificialización como las ciudades, la gestión de las lluvias es un tema clave para asegurar el bienestar asociado con la habitabilidad.

Por otro lado, en ocasiones, para la evaluación de la dimensión ambiental se apela a la utilización de indicadores que son relevantes para el análisis del ocio y del turismo. Tal es el caso del ‘porcentaje de viviendas de veraneo y de fin de semana’, indicador censal al que se ha acudido en reiteradas oportunidades como estrategia para medir de forma indirecta el grado de atracción que ejerce para la sociedad un espacio determinado (Velázquez, 2001). Generalmente, “una alta proporción de este tipo de viviendas implica la existencia de elementos positivos en lo que respecta a la morfología del paisaje, clima benigno y otros recursos que hacen al potencial turístico” (Velázquez, 2001, pp. 79-80). En este sentido, dicho indicador “muestra con bastante aproximación las áreas beneficiadas y elegidas por la población para el ocio y el esparcimiento” (Rodríguez, 2011, p. 101), permitiendo avecinar al conocimiento sobre la distribución territorial de los lugares donde se concentra el ocio-turístico.

Otra variable de este tipo constituye la existencia de espacios verdes, estudiada a través de indicadores como ‘superficie de espacios verdes por habitante’ o ‘cantidad de metros cuadrados de espacios verdes por habitante’ de cada unidad espacial. En general, se observa que la circunscripción de este indicador a la dimensión ambiental promueve en los autores reflexiones direccionadas hacia cuestiones como la calidad del oxígeno y la sustentabilidad urbana más que con la accesibilidad a espacios para el ocio y el esparcimiento al aire libre. Lo mismo ocurre con la ‘superficie en hectáreas de vacíos urbanos por habitante’, a la que Celemín (2007) le atribuye una significación negativa por la predisposición de estos lugares para el desarrollo de basurales clandestinos, sin tener en cuenta que, muchas veces, estos mismos sitios satisfacen la necesidad de ocio cuando son utilizados como espacios verdes públicos por la población que habita en barrios periféricos socialmente marginados (Lanson, 2011).

Por su parte, en sus más recientes mediciones de la calidad de vida, Velázquez et al. (2014) y Velázquez et al. (2016) propone las variables ‘existencia de recursos recreativos de base natural’ (RRBN) y ‘existencia de recursos recreativos socialmente construidos’ (RRSC). Mientras que la primera comprende espacios como playas, centros termales, estaciones de nieve, espejos y cursos de agua y espacios verdes; la segunda refiere al patrimonio, los centros culturales, deportivos y comerciales o de esparcimiento. El peso o grado de importancia que cobran cada uno de estos “recursos de amenidad”2 (Velázquez y Celemín, 2013) en los distintos partidos o departamentos argentinos ha sido analizado por los autores subjetivamente, a partir de la información provista por municipios, imágenes satelitales y la observación directa.

Al retomar el análisis de las dimensiones de la calidad de vida, y en base a las categorías existenciales de ser, tener, hacer y estar, planteadas por Max Neef, Elizalde y Hopenhayn (1986), se observa que la dimensión infraestructura, equipamiento y servicios sobresale como una necesidad humana fundamental, principalmente por la importancia en la actualidad de ‘tener acceso a’, ‘estar conectado a’ o ‘tener contacto con’. A pesar de la amplitud de aspectos considerados, se destacan los indicadores relacionados con las tenencias de inodoro conectado a una red cloacal (porcentaje de hogares con servicio de cloaca, proporción de población con descarga a red cloacal) y gas (porcentaje de hogares sin gas de red, porcentaje de personas en hogares con combustible para cocinar procedente de gas de red y/o gas a granel y/o gas en tubos). Estos servicios han sido los más reiterados dada su capacidad de brindar condiciones óptimas de habitabilidad a la población.

Indicadores referidos al equipamiento de los hogares relacionado con los quehaceres domésticos (porcentaje de hogares con tenencia de lavarropas, horno microondas o freezer) y la comunicación (porcentaje de hogares con tenencia de teléfono celular o computadora con acceso a internet) también han sido colocados dentro de esta dimensión. Tanto el estudio de Riviere (2008) como el de Lanson (2011), basados en indicadores del censo de 2001, tienen en cuenta estos objetos técnicos, añadiendo además a la tenencia de videocasetera3 como equipamiento relacionado con el uso del tiempo de ocio. Estos dos trabajos apuntan que la posesión de dichos elementos indicaría un mejor nivel socio-económico. Finalmente, se puede rescatar que la ‘proporción de cuadras asfaltadas o pavimentadas’ también ha sido un aspecto apreciado en varias de las evaluaciones sobre calidad de vida (Lanson, 2011; Gómez y Velázquez, 2014; Discoli et al., 2016).

La última dimensión que se revela del análisis efectuado tiene que ver con lo económico-laboral, cuya contribución a la calidad de vida no solo radica en asegurar los ingresos monetarios para las personas, sino también en su inclusión social, identidad, autoestima y dignificación. Para tal aspecto se han utilizado, principalmente, la ‘tasa de ocupación o empleo’4, abarcando los casos en que se aplica su antítesis, es decir, la ‘tasa de desocupación o desempleo’, y otras medidas que aluden a la condición de actividad tales como el ‘porcentaje de población que posee aportes jubilatorios’ o el ‘porcentaje de jefes de hogar mayores de 64 años en situación de inactividad’. En relación a este último indicador, Lucero et al. (2016) justifican que, ante la imposibilidad de acceder a datos del censo 2010 sobre jubilaciones o pensiones, “se aprecia su impacto de forma indirecta a través de la medición de la inactividad en mayores de 64 años de edad” (p. 96), dado que esto correspondería con una situación deseable.

Por otro lado, llama la atención que en seis de las investigaciones tenidas en cuenta se acuda al indicador ‘porcentaje de hogares sin NBI’, siendo este una construcción original y explícitamente planteada para la medición de la pobreza estructural (Zulaica y Celemín, 2008) y no de la calidad de vida. Únicamente el estudio de Lanson (2011) ha discriminado entre las cinco posibilidades de NBI5 y trabajado de manera independiente con el ‘porcentaje de hogares sin necesidad básica insatisfecha en capacidad de subsistencia’, siendo esta la condición más acorde al dominio laboral.


Sobre las áreas de estudio y unidades espaciales de análisis

Hasta aquí, las observaciones realizadas se han basado en las dimensiones e indicadores considerados para evaluar la calidad de vida de los argentinos desde la perspectiva del análisis espacial. Resta reflexionar sobre los recortes geográficos y unidades espaciales tenidas en cuenta.

La Tabla 1 revela que más de la mitad de los trabajos (59,4% o 19/32) refieren a la dupla provincia de Buenos Aires- AMBA. Por su parte, el 31,2% (10/32) de las publicaciones restantes se distribuyen entre las otras provincias y solo tres investigaciones se abocan al abordaje de la Argentina en toda su extensión territorial (9,4%). A su vez, predominan los estudios focalizados en escalas intraprovinciales (71,9% o 23/32), sobresaliendo las ciudades de Bahía Blanca, Buenos Aires, Mar del Plata, Santa Fe y, solo por fuera del área pampeana, San Miguel de Tucumán, localidades coincidentes con la presencia de Universidades y en ellas de las carreras de Geografía.

No es de extrañar que los espacios pertenecientes a la región pampeana sean aquellos que captan la atención de la mayor parte de los investigadores, dado que el tema de la calidad de vida podría ser pensado como una ocupación y preocupación común en los lugares que resaltan por su considerable volumen demográfico, aunque también el área de estudio se corresponde con el espacio de vida o el lugar de trabajo de cada autor, como indicáramos en estrecha relación con la presencia de casas de altos estudios y centros de investigación. Sin embargo, se observa la existencia de fragmentos espaciales que, al parecer, carecen de investigaciones especializadas en la distribución socio-espacial de la calidad de vida. Para estos lugares, solo se contaría con las evaluaciones presentes en las obras de Velázquez (2001; 2008; 2016) y Velázquez et al. (2014), en las que se trabaja desde las escalas nacional y regional, teniendo en cuenta como unidades espaciales de análisis a la totalidad de las provincias y los departamentos/partidos que conforman el país. Más allá que el conjunto de publicaciones analizado en este trabajo no permita realizar aseveraciones generalizables ni contundentes, se considera importante advertir sobre la concentración espacial que indica el muestreo obtenido y reflexionar sobre la posibilidad de estar invisibilizándose las particularidades de la calidad de vida de aquellos que habitan en recortes espaciales extrapampeanos, situación agravada por tratarse en la mayoría de los casos de lugares acreedores de una deuda histórica por sus diferenciaciones y desigualdades respecto al área pampeana y que por tanto sería doblemente trascendental conocer cómo vive su población en la actualidad.

Por otro lado, la circunscripción de los estudios de calidad de vida objetiva a las bases de datos censales determina que las unidades espaciales de análisis sean, casi siempre, las divisiones administrativas del territorio establecidas para la organización de los relevamientos censales, áreas denominadas como fracciones y radios censales6. En este aspecto, solo se han diferenciado del resto de las investigaciones Ortiz de D´Arterio y Madariaga (2008) y Mikkelsen et al. (2013), quienes han trabajado con localidades rurales y urbanas respectivamente, como así también Carelo et al. (2005) y Abaleron (2011), al considerar los primeros a los Centros de Gestión y Participación Comunal de la ciudad de Buenos Aires y el segundo a los barrios de San Carlos de Bariloche.

Por otra parte, el trabajo de Mikkelsen (2007) se identifica por medir la calidad de vida sobre un recorte territorial rural, poniendo en evidencia lo absurdo de evaluar a los pobladores rurales utilizando indicadores pensados para espacios urbanos. Al hacer esto último, se presenta un mapa que no exhibe disparidades territoriales porque las bajas puntuaciones en materia de educación, salud y vivienda se hacen constantes. Reconocida la falencia anterior, se procede a reajustar los indicadores, dejando así ver las disparidades propias del espacio rural. Al desplegar esta tarea se aduce que:

(…) el indicador central es la posibilidad de acceso al agua, ya que (…) en las ciudades es un servicio que procede generalmente de red pública (…). En cambio la mejor condición en el campo es que la misma proceda de pozo y se obtenga mediante una bomba automática pero sin tener control respecto de la calidad. De la misma manera debe ser analizado el desagüe del inodoro, donde en la ciudad es a la red pública y en el campo lo óptimo es que desagüe a la cámara séptica y luego al pozo ciego. (Mikkelsen, 2007, p. 40)

Más allá de los trabajos puntualmente basados en ciudades consolidadas como lugares de destino turístico (Mar del Plata, San Carlos de Bariloche o la propia ciudad de Buenos Aires), las investigaciones de Merlotto y Verón (2010) y Gómez et al. (2017) son las únicas que han seleccionado áreas de estudio especializadas en el uso turístico u ocio-recreativo, a saber: el frente marítimo bonaerense y el albardón ribereño del Gran Santa Fe7. Pese a que en estas publicaciones se menciona dicha característica distintiva, en ninguno de los dos casos se ahonda sobre la relación entre el ocio-turismo y la calidad de vida. Recién en otra publicación posterior, Gómez junto a Velázquez han profundizado en esta línea, al asociar los niveles de calidad de vida de la población con la cantidad, distribución espacial, dimensión y densidad de espacios verdes públicos en la ciudad de Santa Fe (Gómez y Velázquez, 2018).


En fin…

La intensión de este artículo ha sido contribuir a la construcción del estado del arte en la investigación abocada a la espacialidad de la calidad de vida en Argentina, sistematizando aplicaciones concretas y reflexionando a partir de ellas sobre las dimensiones, indicadores, áreas de estudio y unidades espaciales tenidas en cuenta. Si bien se reconoce que la bibliografía citada no es exhaustiva, esta abarca gran parte de lo trabajado durante los últimos años.

En tal sentido, la revisión bibliográfica efectuada hasta el momento ha permitido identificar las características distintivas del concepto calidad de vida y reconocer su dinamismo y complejidad en trabajos de índole espacial aportados por argentinos, dado que, tal como resume Espinosa Ortiz (2014), dicha noción apunta a un planteamiento combinado en el que las buenas condiciones de vida o calidad de vida objetiva de un individuo o grupo social se corresponden con las valoraciones subjetivas. Desde el punto de vista metodológico, esta pauta o acuerdo conduce a la necesidad de implementar métodos mixtos, es decir, trabajar tanto con observaciones, narraciones y relatos como con datos estadísticos e indicadores sociales.

En relación a lo anterior, y en tiempos de giros en las Ciencias Sociales, un planteamiento válido desde la perspectiva del análisis espacial es que la calidad de vida es un constructo (Monardes Seemann, González-Gil y Soto-Pérez, 2011) localizable en el espacio geográfico y hallable en los lugares donde, sobre una base de bienestar material (accesibilidades, capacidades, tenencias), se superponen valoraciones por parte de quienes habitan en tales lugares. Es por ello que “este enfoque reconoce la noción de espacio geográfico como cartesiano, y también como espacio subjetivo y experimental” (Mikkelsen y Di Nucci, 2015, en Martínez, 2018, p. 100), dejando entrever la importancia de su abordaje desde una perspectiva multidisciplinar, tal como se revela en algunos de los estudios sistematizados.

A pesar de estas ideas, y ante el hecho de que la mayoría de los investigadores analizados son geógrafos y geógrafas, la revisión de antecedentes hecha aquí permitiría llegar a la conclusión que, habiendo transcurrido en Argentina casi dos décadas de investigaciones empíricas sobre la espacialidad de la calidad de vida, la observación de Abaleron (1998) acerca del predominio del enfoque objetivo o material en el campo de la Geografía se mantiene aún estable. Como bien señala Martínez (2018), son muy pocos los estudios geográficos que incorporan “mapas con variaciones espaciales contrastantes según fuentes de información” (Martínez, 2018, p. 87). Queda para instancias futuras la búsqueda y análisis de materiales bibliográficos que retraten las dimensiones, indicadores y forma en que se evalúa la calidad de vida en, por ejemplo, otros países latinoamericanos.

De los 32 trabajos hasta aquí sistematizados, el estudio de Ortiz de D´Arterio y Madariaga (2008) ha sido el único que ha combinado variables procedentes de dos fuentes distintas: el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001 y las entrevistas dirigidas a informantes calificados. Por fuera de la base de datos generada, se destaca la contribución de Ares, Lucero y Mikkelsen (2010)8, quienes resaltan que el concepto calidad de vida, sumado a la complejidad propia de lo territorial, no puede ser abordado desde un único método de investigación. Gracias al análisis de entrevistas, estas autoras pudieron detectar que cuestiones como las relaciones sociales y familiares y el tiempo libre representan dimensiones significativas en la definición de calidad de vida, en este caso de la población de Mar del Plata, pese a que para dichos dominios difícilmente se cuente con datos secundarios capaces de ser incorporados en un índice.

Finalmente, al ahondar sobre los aspectos señalados, se ha adquirido una idea global acerca de las potencialidades y limitaciones que contienen los últimos censos de población, hogares y viviendas, relevados en los años 2001 y 2010 por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), puesto que las estadísticas oficiales han sido las principales bases de datos secundarias utilizadas en los estudios sobre calidad de vida objetiva en nuestro país.



Referencias

Abaleron, C.A. (1998). Calidad de vida como categoría epistemológica. Area, (6), 3-15.

Abaleron, C.A. (2011). Del modelo conceptual de calidad de vida a la validación empírica: el caso de Bariloche, 1997 y 2005. XI Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Neuquén, 21 al 23 de septiembre. Recuperado de https://www.aacademica.org/000-091/55 (consulta 20 de febrero 2018).

Ares, S.E. (2008). Del “sueño de la casa propia” a las dificultades del alejamiento. Tenencia de la vivienda y Calidad de vida en localidades menores del Partido de General Pueyrredon (pp. 335- 365). En P.I. Lucero (Dir.) Territorio y Calidad de vida, una mirada desde la Geografía Local. Mar del Plata y Partido de General Pueyrredon. Mar del Plata: Eudem.

Ares, S.; Aveni, S.; López, M.; Lucero, P.; Sabuda, F. y Sagua, M. (2018). Brechas en la calidad de vida de la población en 2010. Análisis territorial en cuatro partidos del Sudeste Bonaerense. I Jornadas Nacionales de Geografía de la UNMDP. Mar del Plata, 18 al 20 de abril. Disponible en pendrive.

Ares, S.; Lucero, P y Mikkelsen, C. (2010). De lo cuantitativo a lo cualitativo. Una experiencia geográfica. VI Jornadas sobre etnografía y métodos cualitativos. Buenos Aires, 11 al 13 de agosto. Disponible en CD.

Aveni, S.M. (2015). Experiencias cotidianas en el Hospital Especializado Materno Infantil de Mar del Plata (pp. 61-63). En P. Lucero (Dir.) Atlas de Mar del Plata y el Partido de General Pueyrredon II. Problemáticas Socio-territoriales Contemporáneas. Mar del Plata: Eudem.

Baxendale, C.; Buzai, G. y Morina, J. (2012). Análisis socio espacial de la calidad de vida en el Gran Buenos Aires (Argentina) a inicios del Siglo XXI (pp. 173-202). En Varela y Vinuessa Angulo (Comp.) Metrópolis. Dinámicas urbanas. España: Universidad Nacional Autónoma de Madrid.

Ben-Arieh A. (2008). The child indicators movement: past, present, and future. Child Indic Res., 1(1), 3–16.

Bustos Cara, R. (2001). Identidad, turismo y territorios locales. La permanente construcción de valores territoriales. Aportes y Transferencias, (5-1), 11-28.

Camargo Mora, M. (1999). Calidad de Vida y Capacidades Humanas. Revista Geográfica Venezolana, (40-2), 247-258.

Carello, G.; Mai, V.; Moreno, M. y Gratti, P. (2005). Calidad de vida en la ciudad de Buenos Aires: hacia una propuesta de conformación de espacios territoriales. VIII Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Tandil, 12 al 14 de octubre. Disponible en CD.

Celemín, J.P. (2007). El estudio de la calidad de vida ambiental: definiciones conceptuales, elaboración de índices y su aplicación en la ciudad de Mar del Plata, Argentina. Hologramatica, (4-7-1), 71- 98.

Celemín, J.P. y Velázquez, G. (2015). Calidad de vida y pobreza en la Argentina (2010). Aproximación a escala provincial. Journal de Ciencias Sociales, (3-4), 4- 18.

Celemin, J.P.; Mikkelsen, C. y Velázquez, G. (2015). La calidad de vida desde una perspectiva geográfica: Integración de indicadores objetivos y subjetivos. Revista Universitaria de Geografía, 24(1), 63-84.

Corral, A.; Filleaudeau, A.; Demirta, P. y Annessi, G. (2009). Population and Quality of life in the town of Maipú (Buenos Aires-Argentina). Comparative analysis multivariate radios and a scale of fractions. Census 1991- 2001 (pp. 79-98). Scientific Annals of “Alexandru Ioan Cuza” University of Iasi - Geography series, 55.

Discoli, C.; San Juan, G.; Martini, I.; Barbero, D.; Dicrocce, L.; Ferreyro, C.; Viegas, G. y Esparza, J. (2016). Calidad de vida en el sistema urbano. Una aproximación teórica y metodológica. Buenos Aires: Diseño.

Espinosa Ortiz, F. (2014). Aproximación teórica al concepto de calidad de vida. Entre las condiciones objetivas externas y la evaluación subjetiva de los individuos. Revista de Antropología Experimental, (14), 331-347.

Formiga, N. (2001). Una aproximación a la diferenciación socioespacial y la calidad de vida intraurbana. VI Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Neuquén, 14 al 16 de noviembre. Disponible en CD.

Gómez Lende, S. (2003). Geografía y fragmentación. La configuración espacial de la calidad de vida en la provincia de Buenos Aires (1991-2001). VII Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Tafí del Valle, 7 al 9 de noviembre. Disponible en CD.

Gómez Lende, S. (2005). La fragmentación de la calidad de vida en el Conurbano Bonaerense (1991-2001). Modernización y desigualdad (pp. 241-280). En G. Velázquez y S. Gómez Lende (Comps.) Desigualdad y calidad de vida en la Argentina (1991- 2001). Aportes empíricos y metodológicos. Argentina: UNCPBA.

Gómez, N. (2015). Urban Quality of Life in Santa Fe Province: Demographic, Social and Territorial Processes Between 1991 and 2010 (pp. 109- 150). En Tonon (Ed.) Indicators of Quality of Life in Latin America. Switzerland: Springer.

Gómez, N. y Velázquez, G. (2014). Calidad de vida y estructura urbana del Gran Paraná (Entre Ríos). Colección Uni-Com, (2-3), 7-26.

Gómez, N. y Velázquez, G. (2018). Asociación entre los espacios verdes públicos y la calidad de vida en el municipio de Santa Fe, Argentina. Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, (27-1), 164-179. doi: 10.15446/rcdg.v27n1.58740.

Gómez, N.; Tarabella, L.; Castelnuovo, J. y Demarchi, M. (2017). El albardón costero del Gran Santa Fe. Rasgos de su dinámica demográfica y calidad de vida. VI Congreso Nacional de Geografía de Universidades Públicas y XVI Encuentro de profesores en Geografía del Nordeste argentino. Resistencia, 25 al 27 de octubre. Disponible en pendrive.

INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) (2001). Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001. Ministerio de Economía de la Nación, Argentina.

INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) (2010). Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010. Ministerio de Economía de la Nación, Argentina.

Jiménez Romera, C. (2007). Calidad de vida. Temas de sostenibilidad urbana. Madrid: Biblioteca CF+S. Recuperado de http://habitat.aq.upm.es/temas/a-calidad-de-vida.html (consulta 7 de julio 2018).

Lanson, D. (2011). Índice de Calidad Ambiental de Vida. III Congreso Nacional de Geografía de Universidades Públicas. Santa Fe, 12 al 15 de octubre. Disponible en CD.

Longhi, F. y Malizia, M. (2009). Manifestaciones espaciales de la pobreza y la calidad de vida en la provincia de Formosa en el año 2001. X Jornadas Argentinas de Estudios de Población. San Fernando del Valle de Catamarca, 4 al 6 de noviembre. Disponible en CD.

Lucca, A. y Taborda, M. (2010). Vulnerabilidad y condiciones de vida en espacios urbanos. Las ciudades de Fontana y Puerto Vilelas, Chaco. Argentina. I Seminario Internacional de Población y Sociedad en América Latina (SEPOSAL). Salta, 9 al 11 de junio. Disponible en CD.

Lucero, P. (2016). El mapa social de Mar del Plata. Procesos de producción del espacio urbano y construcción de desigualdades territoriales. Tesis Doctoral, Universidad Nacional del Sur- Bahía Blanca, Argentina. Recuperado de http://repositoriodigital.uns.edu.ar/bitstream/123456789/2818/1/Tesis%20Doctorado_Lucero_2016.pdf (consulta 17 de octubre 2018).

Lucero, P.; Ares, S.; Aveni, S.; Mikkelsen, C. y Sabuda, F. (2016). Las brechas en la calidad de vida de la población: desigualdades socio territoriales en Mar del Plata y el Municipio de General Pueyrredon (pp. 93-100). En D. Lan (Comp.) Geografías en diálogo. Aportes para la reflexión. Tomo I. Tandil: UNCPBA.

Lucero, P.; Mikkelsen, C.; Sabuda, F.; Ares, S.; Aveni, S. y Ondartz, A. (2008). Calidad de vida y espacio: una mirada geográfica desde el territorio local (pp. 79-109). En P. Lucero (Dir.) Territorio y Calidad de vida, una mirada desde la Geografía Local. Mar del Plata y Partido de General Pueyrredon. Mar del Plata: Eudem.

Lucero, P.; Riviere, I.; Sagua, M.; Mikkelsen, C. y Sabuda, F. (2005). Mar del Plata, más allá de los Espacios Luminosos. Disparidades socio-territoriales en el amanecer del siglo XXI (pp. 217– 244). En Álvarez, Rustuyburu y Zuppa (Eds.) Pasado y Presente de la Mar del Plata Social- Coloquio I. Mar del Plata: Eudem.

Manzano, F. y Velázquez, G. (2016). Calidad de vida y desigualdad en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Análisis a nivel de fracción censal (2010). Cardinalis, (4 -6), 19–44.

Martínez, J. (2018). Análisis espacial de la calidad de vida urbana: un enfoque geográfico y mixto (pp. 85-119). En Tonon (Comp.) Nuevas propuestas para estudiar Ciencias Sociales. Buenos Aires: Universidad de Palermo.

Max Neef, M.; Elizalde, A. y Hopenhayn, M. (1986). Desarrollo a Escala Humana. Una opción para el futuro. Santiago de Chile: CEPAUR.

Merlotto, A. y Verón, E. (2010). Calidad de vida de los partidos costeros de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Revista Geográfica Digital, (7-13), 12 pp.

Mikkelsen, C. (2007). Ampliando el estudio de la calidad de vida hacia el espacio rural. El caso del partido de General Pueyrredon. Argentina. Hologramática, (IV, 6-4), 25-48.

Mikkelsen, C. (2015). A Quantitative–Qualitative Study on Quality of Life in Smaller Towns in the Early Twenty- First Century in Argentina (pp. 173- 200). En Tonon (Ed.) Indicators of Quality of Life in Latin America. Switzerland: Springer.

Mikkelsen, C. (2018) Bienestar según género en partidos del Sudeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, 2010. I Jornadas Nacionales de Geografía de la UNMDP. Mar del Plata, 18 al 20 de abril. Disponible en pendrive.

Mikkelsen, C. y Di Nucci, J. (2015). Qualitative methodologies in Geography, contributions to the study of quality of life (pp. 63-95). En Tonon (Ed.) Qualitative studies in quality of life: methodology and practice. New York: Springer.

Mikkelsen, C.; Ares, S.; Gordziejczuk, M. y Picone, N. (2018). Aportes para el estudio del bienestar rural en la provincia de Buenos Aires, Argentina, 2010 (pp. 121-159). En Tonon (Comp.) Nuevas propuestas para estudiar Ciencias Sociales. Buenos Aires: Universidad de Palermo.

Mikkelsen, C.; Ares, S.; Sabuda, F. y Lucero, P. (2013). Calidad de vida urbana en la Argentina de la posconvertibilidad. Procesos sociales y territoriales en el período 2003- 2012. XII Jornadas Argentinas de Estudios de Población. Bahía Blanca, 18 al 20 de septiembre. Disponible en CD.

Mikkelsen, C.; Molgaray, D. y Tonon, G. (2017). Los estudios geográficos orientados a combinar la noción calidad de vida y los usos del territorio en Argentina. VI Congreso Nacional de Geografía de Universidades Públicas y XVI Encuentro de profesores en Geografía del Nordeste argentino. Resistencia, 25 al 27 de octubre. Disponible en pendrive.

Monardes Seemann, C.; González-Gil, F. y Soto-Pérez, F. (2011). Calidad de vida: concepto, características y aplicación del constructo. Revista Sujeto, Subjetividad y Cultura, (2-s/n), 68-86.

Ortiz de D´Arterio, P. y Madariaga, H. (2008). Calidad de vida en localidades rurales de la provincia de Tucumán (pp. 273- 308). En G. Velázquez y N. Formiga (Coords.) Calidad de vida, diferenciación socio-espacial y condiciones sociodemográficas. Aportes para su estudio en Argentina. Bahía Blanca: Ediuns.

Ortiz de D´Arterio, P.; Valle Pérez, V. y Cardoso Magalhaes, A. (2009). Expansión periurbana y calidad de vida en el Gran San Miguel de Tucumán. X Jornadas Argentinas de Estudios de Población. San Fernando del Valle de Catamarca, 4 al 6 de noviembre. Disponible en CD.

Prieto, M. B. (2008). Fragmentación socioterritorial y calidad de vida urbana en Bahía Blanca. Geograficando, (4-4), 193-214.

Riviere, I.M. (2008). Equipamiento de los hogares del partido de General Pueyrredon: sus heterogeneidades socio-territoriales (pp. 111-140). En P. Lucero (Dir.) Territorio y Calidad de vida, una mirada desde la Geografía Local. Mar del Plata y Partido de General Pueyrredon. Mar del Plata: Eudem.

Rodríguez, A. (2011). Calidad de vida y fragmentación socio-espacial en la provincia de Jujuy (República Argentina) en los inicios del siglo XXI. Investigaciones Geográficas, (43), 87-106.

Somarriba Arechavala, M. (2008). Aproximación a la medición de la calidad de vida social e individual en la Europa comunitaria. Tesis Doctoral, Universidad de Valladolid, Departamento de Economía Aplicada, España. Recuperado de http://www.eumed.net/tesis-doctorales/2010/mnsa/ (consulta 17 de agosto 2018).

Tapia, M.; Quiroga, D. y Sánchez, D. (2015). La gran minería ¿sinónimo de desarrollo?: la aplicación del índice de calidad de vida (ICV) en el caso de Antofagasta de la Sierra, provincia de Catamarca. RIEM, (12-VI), 41-66.

Tonon, G. (2008). Los estudios sobre Calidad de vida en la Aldea Global, en América Latina y en Argentina. Revisión conceptual, avances y desafíos (pp. 25-39). En P. Lucero (Dir.) Territorio y Calidad de vida, una mirada desde la Geografía Local. Mar del Plata y Partido de General Pueyrredon. Mar del Plata: Eudem.

Tonon, G. y Castro Solano, A. (2012). Calidad de vida en Argentina: percepciones macro y micro sociales. Estudios Políticos, (27-s/n), 157-171.

Veenhoven, R. (1994). El estudio de la satisfacción con la vida. Intervención Psicosocial, (3-s/n), 87-116.

Veenhoven, R. (2001). Calidad de vida y felicidad: no es exactamente lo mismo. Fundación Humanismo y Ciencia, Archivo de la Felicidad (traducción de Catalina Aguiló; segunda corrección por Vanessa González Aerero). Recuperado de https://personal.eur.nl/veenhoven/Pub2000s/2001e-fulls.pdf (consulta 27 de mayo 2020).

Velázquez, G. (2001). Geografía, Calidad de vida y fragmentación en la Argentina de los noventa. Análisis regional y departamental utilizando SIG´s. Tandil: CIG

Velázquez, G. (2008). Geografía y bienestar. Situación local, regional y global de la Argentina luego del censo de 2001. Buenos Aires: EUDEBA.

Velázquez, G. (2016). Geografía y Calidad de vida en Argentina. Análisis regional y departamental (2010). Tandil: CIG.

Velázquez, G. y Celemín, J. (2013). La calidad ambiental en la Argentina: análisis regional y departamental (c.2010). Tandil: UNCPBA.

Velázquez, G.; Longhi, F.; Paolasso, P. y Celemín, J. (2013). Estudios sobre geografía y calidad de vida en la Argentina. Cinco décadas de aportes bibliográficos. Hologramatica, (VI-19-1), 77- 105.

Velázquez, G.; Mikkelsen, C.; Linares, S. y Celemín, J. (2014). Calidad de vida en Argentina. Ranking del bienestar por departamentos (2010). Tandil: UNCPBA.

Zulaica, L. y Celemín, J.P. (2008). Estudio de las condiciones de calidad de vida en los espacios urbanos y periurbanos del sur de la ciudad de Mar del Plata (Argentina) a partir de la elaboración y análisis espacial de un índice sintético socioambiental. Papeles de Geografía, (47-48), 215-233.

 


Notas

1 Los trabajos que incorporan indicadores de costo en la medición de la calidad de vida, es decir, indicadores cuyo incremento implica una peor situación relativa, como el caso de la tasa de mortalidad infantil, realizan una reconversión de los valores que permite su tratamiento junto con indicadores de beneficio (Velázquez 2001).

2 Bustos Cara (2001), entiende a los recursos de amenidad como bienes colectivos de base territorial susceptibles de ser valorizados y percibidos como ventajas geográficas dada su especificidad o sus características atrayentes y positivas.

3 Para el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 2010 este objeto ya no fue incluido en el formulario de relevamiento.

4 Porcentaje entre la población ocupada y la población de 14 años y más.

5 Tal como explican Zulaica y Celemín (2008), las NBI fueron el primer grupo de indicadores introducido por la CEPAL a comienzo de los años 1980 para identificar carencias críticas o pobreza estructural. Tal como se enumera en Velázquez et al. (2016), comprende a los hogares y personas que presentan al menos una de las siguientes privaciones: hacinamiento, vivienda inconveniente, ausencia de retrete, presencia de niños en edad escolar que no asisten a un establecimiento educativo e incapacidad de subsistencia (hogares que tuvieran 4 o más personas por miembro ocupado y, además, cuyo jefe tuviera nivel de instrucción menor que primario completo).

6 Tal como explica el INDEC, cada unidad político-administrativa del país se desagrega en fracciones censales y, a su vez, cada una de estas en radios censales. El tamaño de dichas áreas se define por una determinada cantidad de unidades de viviendas a relevar y sobre la cual se refiere la información estadística resultante del operativo censal. Mientras que una fracción tiene, en promedio, 5000 viviendas, un radio tiene un promedio de 300. (Fuente: https://geoservicios.indec.gob.ar/codgeo/index.php?pagina=definiciones).

7 De acuerdo con Gómez et al. (2017), el albardón costero y oriental del Gran Santa Fe ha sido testigo de importantes desarrollos urbanos destinados al uso recreativo y de fin de semana, dada su peculiaridad paisajística y ambiental.

8 Este aporte no ha sido incorporado en la nómina de estudios que conforman la Tabla 1 dado que en él se parte de un ICdV ya construido y aplicado en estudios previos.

 


Licencia de Creative Commons Este trabajo está bajo una licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.