Centro de Investigaciones Geográficas CIG - Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales IGEHCS
Facultad de Ciencias Humanas FCH - Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires UNCPBA
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET


ARTÍCULO CIENTÍFICO

Cuando el territorio se vuelve un problema: representaciones sociales del ambiente de recuperadoras y recuperadores informales del basural de Mar del Plata

When the territory becomes a problem: social representations of the environment of informal reclaimers of the Mar del Plata landfill


Juan José Pintos Radice
Licenciado en Sociología. Grupo de estudios Sociourbanos (GESU). Centro de Estudios Sociales y Políticos. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata. Funes 3350, (7600) Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina, juanpintos@live.com, ORCID https://orcid.org/0000-0001-8150-4937


Recibido: 5 de mayo 2020 || Aprobado: 5 de agosto 2020


Cita sugerida:
Pintos Radice, J.J. (2020). Cuando el territorio se vuelve un problema: representaciones sociales del ambiente de recuperadoras y recuperadores informales del basural de Mar del Plata. Estudios Socioterritoriales. Revista de Geografía, (28), 066. DOI: https://doi.org/10.37838/unicen/est.28-066


Resumen

Este articulo indaga sobre la relación entre las recuperadoras y recuperadores informales de la ciudad de Mar del Plata y su trabajo en el predio de disposición final de residuos. Se analiza el modo en que estos sujetos construyen representaciones sociales en torno al riesgo y al ambiente, pero también analiza el vínculo que los mismos construyen con el basural en tanto territorio y el contacto cotidiano con los residuos. A través de un recorrido etnográfico, que recupera los discursos de los actores, se analizan sus trayectorias biográficas y laborales. Finalmente se examina la relación entre su actividad y la mitigación del impacto ambiental de los residuos, ofreciendo una visión sobre los residuos y el basural desde un punto de vista en los residuos y el basural.

Palabras clave: Residuos; Representaciones sociales; Ambiente; Recupero

Abstract

This article looks into the relationship between the informal reclaimers in the city of Mar del Plata and their work on the final disposal site. The way in which these subjects construct social representations around risk and the environment is analyzed, as well as the link they build with the landfill as a territory and the daily contact with waste. Through an ethnographic journey, which recovers the discourses of the actors, their biographical and work trajectories are analyzed. Finally, the relationship between its activity and the mitigation of the environmental impact of waste is analyzed, offering a vision of waste and landfill from a point of view on waste and landfill.

Key words: Waste; Social representations; Environment; Recovery


Introducción

El manejo y disposición de residuos sólidos urbanos representa un desafío creciente para las sociedades contemporáneas. En Argentina, de acuerdo con la Dirección Nacional de Gestión Integral de Residuos (DNGIR), el promedio diario de desechos por habitante es de 1,03 kg, que equivalen a 45.000 toneladas diarias totales y unos 16,5 millones al año. La problemática es transversal a todas las ciudades del país, aunque la complejidad para su abordaje difiere en cada contexto económico, social, institucional, político y ambiental. Mar del Plata registra una composición diversa en materia de residuos sólidos urbanos, debido a un heterogéneo desarrollo de actividades productivas: pesquera, hortícola y agrícola ganadera, construcción e inmobiliaria, alimenticia, textil, metalmecánica, química, gráfica, madera y muebles (UCIP, 2018). A esto se agrega que la ciudad es uno de los centros vacacionales de mayor relevancia en el país, que congrega un importante número de turistas en los meses de verano lo que hace de la gestión y tratamiento de los residuos un proceso complejo.

No obstante es preciso entender la basura en su complejidad, dada las dimensiones que presenta como escenario complejo, un basural puede ser abordado como un conflicto ambiental, puesto que son aquellos que envuelven o involucran a grupos sociales con modos diferentes de apropiación, uso y significado del territorio (Malalán, Garcia, Brittos, Blanco y Nebbia, 2006). Particularmente porque los conflictos ambientales se enmarcan en una dinámica social en la que intervienen actores con distintos intereses económicos, políticos y sociales que exceden la dimensión ambiental y que no se encuentran en disputa solo los impactos ambientales, sino también los impactos económicos, sociales y culturales (Merlinsky, 2009; Azuela y Mussetta, 2008; Melé, Larrue y Rosemberg, 2003; Schamber, 2006; Carenzo, 2011; Gorban, 2014; Vio, 2018; Álvarez, 2011). De este modo un basural puede ser considerado una sociedad pequeña (Shammah, 2009) en la que se trama todo un tejido de relaciones entre una gama de actores sociales, formales e informales, individuales y colectivos, organismos de diversas administraciones estatales, empresas privadas, funcionarios, políticos, etc.

Desde las ciencias sociales el conflicto en torno a la gestión de residuos ha sido abordado por diversas investigaciones, principalmente nos interesa mencionar aquellas que parten del análisis sobre las coyunturas críticas, como la emergencia del cartoneo en tanto estrategia laboral y de supervivencia (Schamber, 2006; Caló, 2009; Mesa, 2008; Sorroche, 2010; Carenzo y Fernández Álvarez, 2011; Paiva, 2003; Paiva y Perelman, 2008; Reynals, 2003; Vio, 2018). Por otro lado la recuperación de materiales en basurales y la degradación ambiental como fenómeno ha sido objeto de pesquisa desde diferentes enfoques (D’Hers, 2007, 2013; Merlinsky, 2010; Shammah, 2009; Cubillas, 2015; Bachiller, 2013). Dado que la comprensión de los problemas socioambientales tal como son vividos por los agentes resulta clave, tanto desde el punto de vista de la producción de conocimiento como desde el punto de vista del desarrollo de líneas de trabajo que procuren intervenir, mitigar y/o mejorar las condiciones de vida en territorios urbanos hiperdegradados (Di Giulio, Figuereido, Ferreira y Dos Anjos, 2010), este trabajo se propone indagar acerca de la relación entre el basural, y las recuperadoras y recuperadores1 informales del predio de disposición final que la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE) opera en la ciudad de Mar del Plata, desde una perspectiva etnográfica. Estos desarrollan su actividad sobre los playones de contingencia donde los camiones vierten los residuos, convirtiéndose en el lugar desde el cual extraen la mayor parte de sus ingresos económicos y los alimentos que consumen. Para ello se explora el discurso de un grupo de recuperadoras y recuperadores informales, a fin de comprender cuáles son las representaciones sociales del ambiente que estos agentes construyen. Por otro lado nos proponemos examinar cómo perciben los efectos de vivir y trabajar en la basura, especialmente nos interesa el modo en que construyen colectiva o individualmente un sentido sobre aquellos elementos naturales, pero esencialmente vitales como el aire y el agua, en un entorno donde a los ojos de un observador externo resulta un espacio instituido e instituyente, como lugar contaminado y contaminante, y por ultimo indagar cuál es la relación entre su actividad y la mitigación del impacto ambiental de los residuos.


Mar del plata: el manejo y disposición de residuos

La ciudad de Mar del Plata está localizada sobre el Océano Atlántico y es la cabecera del Partido de General Pueyrredon (PGP) en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, República Argentina (Imagen 1). El PGP tiene una superficie estimada de 1.460,74 km2, con una densidad poblacional de 423,7 hab/km2 concentrada en su mayoría en el área urbana de Mar del Plata, con una superficie de 205 km2 aproximadamente (Gonzalez Insua, 2019). Según proyecciones del INDEC (2010) para el año 2019 la población sería de 653.406 habitantes. El manejo y disposición de residuos del PGP ha representado un eje problemático en términos históricos con los diversos sitios y métodos donde se han dispuesto los residuos (Bengoa, Ferraro y Massone, 2005).

Como consecuencia de un largo proceso de gestión deficiente, en el periodo 1995–2007, la ciudad fue declarada cinco veces en emergencia sanitaria por la Justicia, ya que el basural a cielo abierto ubicado en Antártida Argentina y la calle 57, había colapsado.



Imagen 1. Localización de la ciudad de Mar del Plata
Fuente: Zulaica y Celemín (2008)

 

A pesar de las continuas intimaciones de la justicia para su clausura y saneamiento, fundadas en el colapso del mismo, y como resultante de los recurrentes incendios y que la acumulación de los residuos alcanzaba los 20 metros de altura, el predio continuó operativo hasta mayo de 2012 (MGP, 2017). Finalmente en el año 2012, el Municipio de General Pueyrredon decidió implementar un sistema de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU) que implicó, entre otras cosas, la adquisición de un nuevo predio de disposición final. El plan GIRSU se enmarca dentro de la Estrategia Nacional ENGIRSU2. Cabe aclarar que el nuevo predio se emplazó sobre terrenos linderos al basural colapsado, precisamente en los lotes donde funcionó el basural que administraba la empresa Venturino-Eshiur (Bengoa et al, 2005); de esta manera podemos hablar de un nuevo viejo predio (Imagen 2).



Imagen 2. Predio de disposición final de residuos
Fuente: elaboración personal con base en Google Earth


Bajo estos lineamientos se construyó la planta de reciclado, que es operada por la cooperativa Común Unidad de Recuperadores Argentinos Limitada (CURA)3. Luego de diversas controversias con la empresa TECSAN S.A. prestadora del servicio de disposición, en junio de 2018 comenzó a operar en el predio el consorcio estatal CEAMSE. Esta nueva dirección supone un plan con visión a largo plazo, entendiendo el basural como una problemática que excede el manejo de residuos. Esto se pone de manifiesto con la incorporación de una mirada social, a fin de llegar a una solución con respecto a la situación de las recuperadoras y los recuperadores informales, que incluye la construcción de infraestructura que les permita realizar su tarea en mejores condiciones, específicamente se edificó un tinglado social, tal como pudo advertirse durante el trabajo de campo cuya insfrestructura consta de baños, duchas y comedor.


Metodología

Las particularidades que este escenario presenta son el fundamento para tomar el basural de Mar del Plata como un estudio de caso, dado que allí la atención investigativa se orienta a un análisis intenso de sus significados, con la intención de comprenderlo en su especificidad, más que buscando generalizaciones (Marradi, Archenti y Piovani, 2007). Este trabajo presenta un abordaje cualitativo, ya que al desarrollarse en un cierto lugar y tiempo que sitúa al investigador en el mundo, estudia los objetos en sus escenarios naturales, intentando dar sentido o interpretar los fenómenos en los términos del significado que las personas les otorgan (Denzin y Lincoln, 1994). Puesto que, la observación participante faculta a los investigadores para aprender acerca de las actividades de las personas en estudio en un escenario natural, la permanencia del investigador y observaciones realizadas dentro del basural permitieron dar cuenta de la dinámica específica que allí se trama, en cuanto a las condiciones materiales y los modos de trabajo entre los diversos actores involucrados, así como de los vínculos personales, grupales y comerciales. La flexibilidad en las entrevistas, de tipo focalizadas o en profundidad, permitió indagar de manera más precisa sobre el discurso de los entrevistados, a fin de poder volver sobre los temas tratados sin una estructura rígida que condicione la interacción verbal, cimentada en el hablar libremente, posibilitando evidenciar las motivaciones, sentimientos y creencias sobre determinado tema (Scribano, 2008). El carácter inductivo en el análisis de los discursos nos permitió crear un texto etnográfico, que puede ser pensado como una traducción entre mundos y horizontes de sentido, que de otro modo sería difícil de comprender (Restrepo, 2018). La selección de los informantes claves fue de forma arbitraria mediante la estrategia de bola de nieve, ya que habilita la selección de personas con características especiales, y que a su vez permiten ubicar a otros miembros de la población de estudio, lo que genera una progresividad de la muestra (Mejía Navarrete, 2002). El trabajo de campo fue realizado durante el periodo enero-agosto de 2019.


La construcción social del ambiente

La problemática ambiental plantea la urgencia de aprehender un saber ambiental que surge de un elenco de disciplinas, tanto de las ciencias sociales como naturales, y que permite construir un conocimiento capaz de hacer inteligible la multicausalidad y las relaciones de interdependencia de los procesos de orden natural y social que determinan los cambios socio-ambientales (Leff, 1994). La crisis ambiental actual no solo responde a la emergencia de una situación crítica en términos ecológicos, sino que es ante todo una crisis de carácter social, que toma real dimensión si se la ubica como una crisis que afecta las bases mismas del proyecto civilizatorio de la modernidad (Beck 1998). Desde la sociología, la dimensión ambiental ha experimentado modificaciones, incorporándose cada vez más al ambiente como objeto de conocimiento. A grandes rasgos, podemos elucidar el traspaso de una concepción ligada a las teorías clásicas sociológicas, cimentada en la suma de elementos biológicos, físicos y químicos, a una más amplia, que subraya la convergencia, integración y afectaciones mutuas de componentes históricos, económicos, políticos, territoriales y culturales (Leff, 1994).

Desde las corrientes contemporáneas, ya sean de corte más radical, como el ecomarxismo o la Ecología profunda, o de corte reformista como el constructivismo y el desarrollo sostenible, se ha incorporado una visión del ambiente más abarcativa que permite entender el ambiente en la multiplicidad de elementos que lo componen, pero esencialmente habilita comprender la interacción y mutua dependencia de estos (Ramírez Treviño, Sánchez Núñez y García Camacho, 2004; Leff, 1994, 1998; Martínez Alier, 2005). Estas visiones hacen del ambiente un sistema complejo y dinámico (García y Priotto, 2009), el ambiente surge como un saber reintegrador de la diversidad, de nuevos valores éticos y estéticos, de los potenciales sinergéticos que genera la conjunción de procesos tecnológicos, ecológicos y culturales (Leff, 1998). Sin embargo, la diversidad de sus elementos hacen del ambiente un concepto polisémico, que escapa a cualquier definición precisa, global y consensual. Tomando como punto de partida que toda crisis ambiental es ante todo social, es allí donde deben buscarse los significados, vinculados a la relación y apropiación del ambiente por parte de los grupos humanos, y dado que aquí abordaremos al cirujeo4 como labor ambiental a la vez que social, y estableciendo que, el objeto de estudio de esta investigación no es el ambiente como tal, sino las diversas expresiones que las recuperadoras y los recuperadores informales del predio de disposición final de residuos de la ciudad de Mar del Plata construyen contextualmente alrededor del ambiente, resulta entonces indispensable analizar los significados que este grupo social le otorga al mismo, su visión del mundo, es decir sus representaciones sociales. Las mismas son un modo de pensamiento social sobre en un contexto de reciprocidad cotidiana, son el resultado de una conjunción de normas, valores, intereses y acciones que forman un conocimiento de sentido común (Ibáñez, 1994; Piñero Ramírez, 2008).

Para ello utilizaremos como fuente de referencia el trabajo de Sauvé (2001) que investiga y profundiza sobre la pluralidad de significados que se le han otorgado al ambiente como concepto, y que suscitan una discusión sobre su potencialidad epistemológica, ética y metodológica. La autora reconoce diez expresiones para elaborar una tipología: el ambiente entendido como naturaleza, como recurso; como problema; como sistema, como contexto; como medio de vida; como territorio; el ambiente abordado como paisaje; como biosfera; y el ambiente entendido como proyecto comunitario. Esta tipología no pretende agotar el universo de representaciones posibles, sino que permite centrar nuestro análisis sobre los elementos que pueden ser rastreados en los discursos de las recuperadoras y recuperadores, y al mismo tiempo, en tanto categorías teóricas, permiten la sistematización y un mayor grado de exhaustividad al momento de abordar los testimonios recabados, ya que es sobre la base de estos discursos desde donde se construyen las nociones del ambiente que aparecen en el presente artículo.


Todos los caminos conducen al basural

Los cambios que comenzó a experimentar la estructura social y económica argentina desde la última dictadura militar (1976-1983), y que culminaron con la crisis del año 2001, produjeron una desarticulación y derrumbe de la matriz estado-céntrica y la emergencia de otra, anclada en las relaciones estado-mercado (Cavarozzi, 1997). La agudización del desempleo durante la década de 1990, impacta sobre los históricos mecanismos de protección social, afectando a los sectores más desprotegidos. Dichos cambios no solo producen un aumento del desempleo y pobreza, sino que dan lugar a la aparición de nuevos pobres como fenómeno emergente5. Esto se observa en el incremento de personas vinculadas al cirujeo como consecuencia de la crisis de empleo vivida por las clases populares (Schamber, 2006).

La devaluación de la moneda en el año 2002, produjo que un número de empresas dejaran de comprar insumos importados para adquirir material recuperado, potenciando la proliferación de vías informales de recuperación de materiales (Shammah, 2009). La situación social y económica de la ciudad de Mar del Plata no fue ajena, su estructura productiva sufrió un pronunciado deterioro expulsando mano de obra del mercado laboral, provocando un aumento de la desocupación en una ciudad que lidera el ranking de las ciudades con mayor desocupación del país. Para el año 2002 la tasa de desocupación ascendía a 24,6%; a esto se agrega que el 30,6% de los habitantes se encontraban bajo la línea de pobreza, y el 13,1% bajo la línea de indigencia según datos del INDEC (2002). En este marco, el basural de la ciudad comienza a ser el escenario donde cientos de personas encuentran en la basura un medio de subsistencia, aun cuando las condiciones del predio de disposición final fuesen críticas y de dimensiones similares a la que el país y la ciudad atravesaban (Pintos Radice, 2018).


El ambiente como territorio: lugar de pertenencia e identidad cultural

Tal como lo asevera Harvey (1996), todo proyecto sociopolítico es a la vez ecológico y viceversa, y por ende todos nuestros discursos y acciones están impregnadas por alguna concepción del ambiente. Podemos comprender los significados que los sujetos le atribuyen al basural en tanto lugar, este adquiere una porción de su carácter específico debido a las actividades colectivas de la gente que habita en ellos, que dan forma a ese territorio y lo constituyen como tal, que construyen formas de organización y relaciones sociales específicas dentro, alrededor o centradas en ese ámbito delimitado (Harvey, 1996).

En muchos sentidos, la memoria colectiva que acompaña a los lugares conecta con el imaginario de pertenencia, que implica a su vez una centralidad en la biografía de los sujetos, esto se hizo evidente en el transcurso de las entrevistas, que pese a adquirir diversos matices, no pierde dicha centralidad. Para algunos de los informantes el basural ha sido un sitio en el que ha transcurrido un tramo muy importante de sus biografías, considerando la cantidad de años que concurren al mismo, con respecto a sus edades. El testimonio de Juan, de 33 años de edad y 16 años de trabajo en el basural, expone la dimensión que este posee para él en tanto lugar: “que te puedo decir, no sé, me crie ahí, entre cirujas. O sea que fue toda la vida igual esto” (Juan, entrevista personal, 2019). La expresión “toda la vida” condensa un significado en donde la presencia de la quema recorre de modo transversal la trayectoria biográfica del sujeto. De modo similar ocurre con Yesica, en cuyo relato podemos encontrar cómo el basural se relaciona con cierta tradición familiar: “Si, yo empecé a ir con mis tíos desde muy chica, van muchos parientes, de mi familia van todos, incluso hasta mi abuela iba, años y años” (Yesica, entrevista personal, 2019).

En la mayoría de los casos analizados la anuencia al basural se trasmite por medio de las relaciones de parentesco, a la vez que se presenta como escenario de reproducción de esas relaciones. La concurrencia a la quema a una edad temprana adquiere otros matices en el caso de Walter, quien luego de la muerte de su padre abandona la escuela y ocupa el rol de jefe de familia a la edad de ocho años. Según expresa, su condición de hijo mayor le traslada esa responsabilidad y el basural va adquiriendo un significado distinto, donde asume un valor propio en la construcción de la subjetividad en torno al mundo del trabajo. El basural funciona para él como su piedra de toque6. “Yo me crie en la calle, cuidando coches, y el basural fue, como un lugar de contención digamos. Yo ahí aprendí a desarrollarme, a trabajar” (Walter, entrevista personal, 2019).

La relación que los sujetos experimentan alrededor de un entorno difiere de manera significativa, cada sujeto la construye de modo particular conforme a sus propias experiencias biográficas. Así, se tejen diversas representaciones sobre un territorio que puede significar parte estructural de un proyecto o trayecto, en donde la quema como territorio, funciona como el ahí donde se espera concretar esa serie de proyectos-trayectos7, ya sean de orden material o simbólico (Vergara, 2010). En el caso de Juan, cuya relación se gesta desde una edad temprana, fue mutando con el devenir de su vida adulta. Por diversas razones el basural va perdiendo el peso específico que entonces tuvo, pero que aún representa un espacio de posibilidad, debido que las oportunidades laborales que permitan abandonar por completo la actividad de cirujeo, no están consolidadas:

Yo estuve como un año y medio sin ir. Porque te agobia también. La espalda te la revienta, te agachas todo el día ahí con la maleta como si juntaras papa, y después te la tenés que cargar en la espalda y a veces te tienen que ayudar porque pesa muchísimo. Entonces dije me voy a meter de vuelta con la mecánica, y se empezó a dar, y ahí zafamos un montón. También hice siempre changas, me ha tocado ponerme a cortar leña… entonces tenés una semana que decíszafé todo el mes”, y después no laburas por tres o cuatro meses. Y en esa la opción es la quema. Por ahí se corta, por ahí no voy por un año, por ahí voy todo los días. Mientras que la pueda evitar la evito. Pero es un punto fijo. (Juan, entrevista personal, 2019).

Del fragmento anterior se pueden deducir dos cosas, que la oferta laboral de alternativas al basural se da en un contexto de informalidad e inestabilidad, y que el basural como opción deviene por momentos en la actividad principal. En otra parte de la entrevista especifica, que si bien tiene una intencionalidad manifiesta de abandonar el cirujeo, este representa una cierta libertad y flexibilidad en las condiciones en que se ejerce, horas y días no están signados de antemano sino que son opcionales. “A mí me paso que me han ofrecido de ir a trabajar de peón de albañil y no fui por la comodidad de la quema. Y me la rebusco como puedo. La comodidad de la quema es muy importante” (Juan, entrevista personal, 2019)

Por su parte, Yesica relata los atributos de un trabajo en el que puede disponer de su tiempo según conveniencias, al que sin embargo le atribuye una caracterización negativa. En esta situación pendular transcurre la relación de su actividad laboral con el basural como territorio-ambiente:

De mi parte yo no me siento para nada disconforme, porque trabajo a mis horarios, mal o bientampoco es buen ejemplo para nuestros hijos, porque le estamos enseñando que tenés que ir a cirujear. Pero antes de salir a robar que querés que te diga yo prefiero cirujear. (Yesica, entrevista personal, 2019)

Según Harvey (1996) los lugares son construcciones que se viven como artefactos ecológicos materiales y complejas tramas de relaciones sociales. Son un eje principal de actividad discursiva, cargados de significados simbólicos y representativos, que pueden expresarse como centro del imaginario, anhelos y deseos, en especial con respecto a los pros y contras atribuibles a dicho lugar. En este sentido, el basural adquiere una dimensión simbólica muy potente, cuya trascendencia está dada más allá de los límites que implica un espacio donde los sujetos ejercen una actividad laboral; los significados atribuibles ponen de manifiesto la sustancialidad que la quema, en tanto territorio, se erige en la cotidianeidad como espacio medular en la construcción de su realidad.

R- ¿Cómo te explico? No es una vida fácil, pero si es una vida que vos no dependés de nadie. Encima soy renegado, no me gusta las órdenes mal dadas, entonces esto es ideal, venís, haces la del día, llevás comida para tus perros, llevás comida para vos también, porque acá sale comida para vos, esto es mediooo, yo me he ido un par de veces, yo hago changas, de todo. Me defiendo bastante con todo. Por un tiempo sale una cosa y me voy.

P- temporalmente te vas ¿pero volvés?

R- Siempre vuelvo, acá está todo, ¿entendés? Acá tenes de todo. (Eduardo, entrevista personal, 2019)

La caracterización anterior sobre el basural condensa una serie de propiedades que permiten comprenderlo tanto como fuente de recursos de diferentes órdenes, como espacio donde el trabajo puede desarrollarse con notable autonomía, lejos de la imposición de horarios y pautas productivas que imponen el trabajo en relación de dependencia, y al que siempre se puede volver, el basural siempre está ahí (Bachiller, 2013) porque además ahí está todo. Estos relatos dan cuenta del significado ecológico que los sujetos le atribuyen, en el sentido de la relación que se da entre ellos y el ambiente en que se establecen. Esto se evidencia con mayor notoriedad en aquellos en los que el predio ha servido como sitio de hábitat permanente, mediante el emplazamiento de viviendas precarias construidas en la mayoría de los casos con materiales encontrados en el mismo vertedero.

Yo empecé en el otro predio, que era allá arriba, y no te dejaban quedarte, pero yo fui haciendo un ranchito al costado con dos lonas, así nomás, y me corrían pero lo volvía a armar y al final los cansé. Y ahí me empecé a quedar hasta que después armé este rancho que tengo ahora. (María, entrevista personal, 2019).

Estuve dos años sin salir de ahí, porque la única manera de compensar lo poco que ganás es quedándote. La idea es juntar un peso y poder estar bien, y si para eso te tenés que quedar lo hacés. (Walter, entrevista personal, 2019).

Se profundiza así una relación con el medio que adquiere la característica de paisaje permanente, unido a historias contadas que lo invocan, proporciona una vía para perpetuar una identidad cultural (Harvey, 1996). Existen alrededor de este espacio una serie de hitos fundacionales, aunque matizados por la impronta de cada sujeto, que conforman el acervo de acontecimientos que integran la memoria colectiva del lugar, y que refuerzan una identidad común. Entre ellos podemos mencionar la aparición de fetos entre la basura, los incendios de los desechos y el desmoronamiento del suelo en el viejo basural, la muerte de una persona en una pelea; pero también hechos como los cortes o piquetes por conflictos con la municipalidad, que en muchos casos sirvió como catalizador de las luchas colectivas y refuerzo de vínculos interpersonales y de amistad.


El ambiente como problema

Contaminación hacia arriba: aire

Tomando como punto de partida lo planteado por Auyero y Swistun (2008) acerca de que los pobres no respiran el mismo aire, no toman la misma agua, ni juegan en la misma tierra que otros, y que sus vidas no transcurren en un espacio indiferenciado sino en un ambiente, usualmente contaminado, que puede significar consecuencias graves para su salud presente y sus capacidades futuras. Por ello nos resulta indispensable hacer observables los componentes que conforman la narrativa acerca de los grados de afectación a la salud, que un vínculo cotidiano con los residuos puede generar.

Durante la diversas etapas del trabajo de campo, uno de los rasgos sintomáticos de la contaminación son los olores que llesgan a percibirse dentro del predio. Estos dan un indicio de que toda una serie de gases se llegan a respirar junto con el aire, y que ello pudiera traer consecuencias a la salud de los individuos; a esto hay que agregarle como foco interrogativo la denominación con que comúnmente se conoce este lugar: la quema. El basural posee una serie de particularidades que le son propias y que forman el bagaje de elementos que lo componen y, que podríamos denominar como partes de un orden natural del lugar, dado que adquieren parte de su carácter específico por medio de sus cualidades y características (Harvey, 1996). Dichas piezas forman un paisaje que se mantiene en el tiempo, y son naturalizados en el curso de la cotidianeidad.

Por el contrario, para quien oficia de observador externo, el lugar se presenta como locus de la contaminación, y quienes allí ejercen el oficio de ciruja están expuestos a los efectos de la degradación ambiental, el estar allí significa entonces, estar expuesto (Auyero y Swistun, 2008). Sin embargo, esta exposición es vista bajo criterios diversos y no siempre problematizada, ya que para la mayoría se enmarca dentro de lo que el basural es, una concepción basada en una comprensión ontológica del lugar, que refiere a la esencia del mismo y cuya ligazón de componentes hacen de este un todo. De esta manera, los residuos, los camiones, las recuperadoras y los recuperadores, los perros, los roedores, las bandadas de chimangos y gaviotas, y un aroma particular son parte esencial de ese conjunto que denominamos basural.

Sin embargo, en el transcurso del trabajo de campo un evento emergió como disruptivo de ese orden natural, de esa totalidad constituida. Dicha situación refiere a la sepultura de una ballena muerta en las playas de Punta Mogotes. El hecho sucedió el día 7 de abril de 2018, cuando un ejemplar de ballena jorobada encalló en las playas del citado balneario, después de varios intentos de devolverlo al mar finalmente el cetáceo murió. A fin de quitarlo de las playas y poder realizar un monitoreo sobre la descomposición del animal, para poder ingresar sus huesos como parte de la colección del museo de Ciencias Naturales de la ciudad, se dispuso por recomendación de un grupo de científicos del Centro Científico Tecnológico Mar del Plata (CCT Mar del Plata, 2018) el traslado a un predio lindero con el basural. Allí por determinación de la municipalidad, el mamífero fue enterrado, según lo narrado, a escasos 50 metros de la calle que conduce a la quema, y a unos 150 metros de la misma. La descomposición del animal se torna un hecho que altera la naturalidad del lugar, comienza a percibirse un hedor que hace imposible la permanencia de cualquier persona en el sector. Esto desencadena una protesta por parte de las recuperadoras y los recuperadores que recalaba en una solución al problema de la ballena. Los diferentes relatos versan sobre el padecimiento que significó la situación, aparece allí un sufrimiento ligado al ambiente, donde el lugar que a priori se observa como contaminado, se torna inhabitable: “La enterraron ahí, de la entrada al basural 150 metros. Apestaba todo. Eso estaba matando a todo el mundo” (Juan, entrevista personal, 2019). “Supuestamente no la tiraron ni en el basural, ni la taparon de una porque quería usar los huesos. Y todo eso. Pero los huesos de nosotros eran los que sufrían” (Yesica, entrevista personal, 2019).

Este relato escenifica cómo un hedor puede generar niveles de afectación de los cuerpos, la analogía de que el sufrimiento puede llegar hasta los huesos e incluso la muerte y pone de manifiesto cómo algo etéreo consigue producir un tipo de sufrimiento social particular como es el sufrimiento ambiental, que es causado por las acciones contaminantes concretas de actores sociales específicos (Auyero y Swistun; 2008). En este caso, el municipio dispone enterrar el animal en un lugar que considera propicio dado que la localización se encuentra lejos del tejido urbano, y en una zona ya impactada ambientalmente, sin considerar los posibles riesgos que implicaba para la población circundante y los sujetos que allí trabajan. Sujetos cuya posición de desigualdad está vinculada con la exposición tóxica en la que están inmersos, sumado a la escasa visibilidad pública del problema, lo que da cuenta de una violencia invisible que se impone sobre quienes son expuestos a contextos tóxicos (Castillo Gallardo, 2016). La exposición a los contaminantes se convierte en una variable más dentro de un contexto general de vulnerabilidad:

La chanchada se la mandó la municipalidad digamos, porque nunca le importó la gente que estamos ahí. Al mes empezó a largar mucho olor, la enterraron a un metro no más, y según decían necesitaba como siete metros, y calculá cómo nos afectaba el olor, está bien estamos en el basural hay olor a basura pero bueno, eso te das cuenta que el olor es insoportable, se abría la tierra porque no estaba muy profundo, entonces hicimos paro, protestamos, bueno, vinieron y cavaron a la orilla hasta que la ballena se fue hasta el fondo, y nosotros estuvimos una semana sin trabajar porque ellos estaban haciendo eso y el olor era muy fuerte. Después le tiraron cal, tierra y no sé qué más para taparla. (Katy, entrevista personal, 2019).

Si bien aquí emerge con fuerza una relación entre salud y ambiente, es la incapacidad de trabajar producto de las fuertes emanaciones, lo que los conduce a la protesta y pone en tensión a todo el basural, amenazando con producir una parálisis en términos económicos y de la reproducción de los propios sujetos. La emergencia de una situación de vulnerabilidad marca el ritmo de sus acciones, aun si su vida transcurre entre la basura y “una ballena de seis toneladas pudriéndose al sol” (Eduardo, entrevista personal, 2019).

Empero, a medida que el trabajo permitió un registro de mayor profundidad, la calidad del aire no siempre se presenta como problemático. Las narrativas alrededor de este son heterogéneas y con ciertas peculiaridades, algunas incluso ponderan la calidad del aire, se lo presenta con una serie de atributos que dirimen cualquier planteo sobre el mismo, y lejos de representar un eje conflictivo, lo alejan de todo posible riesgo que implique respirar ese aire, de toda narración sobre su toxicidad y de las posibles consecuencias para la salud que de ello puede provenir. Siguiendo el relato de Katy que narra la experiencia de trabajo como inmunizante: “Nosotros nos enfermamos más en mi casa que en el basural. Estamos toda la semana allá, y estamos re bien, cuando llegamos acá (su casa) caemos en cama, todo. A mi marido le pasa lo mismo” (Katy, entrevista personal, 2019).

Precisamente esas cualidades derivan del conjunto de hechos, acciones y relaciones sociales que actúan allí, en suma, es todo aquello que sucede allí lo que genera que el aire del basural adquiera esos atributos. Esto se comprende con mayor precisión a través de los rasgos que emergen de las entrevistas, en donde el aire adquiere una dimensión simbólica notoria al ser descripto:

Yo te puedo decir que el aire de ahí es más puro que el de mi casa, allá es muy diferente, hay muchos químicos que hacen como una capa protectora digamos, en el año de la gripe A nosotros andábamos en remera. (Walter, entrevista personal, 2019)

A pesar de esta descripción, los relatos no presentan una narración unívoca acerca de la calidad del aire, existe cierto reconocimiento sobre los gases de la descomposición de los residuos como productores de cierta toxicidad, pero lejos de significar una amenaza. María, con más de 20 años de experiencia en el lugar, detalla el modo en que percibe esa posible toxicidad pero sin llegar a percibir las emanaciones como un potencial peligro para su salud.

Por ahí los pulmones me afecta pero porque fumo hace mucho yo, si a la noche cuando estas acá y el viento viene de aquel lado (señalando el lugar donde depositan la basura los camiones) se siente un olor a gas que te hace doler la cabeza, es como ácido, y eso no está bien te hace mal. Va a pasar como pasaba en el otro basural que se prendía fuego todo y no lo podían apagar. (María, entrevista personal, 2019).

Así la representación de la toxicidad esta mediada por un horario, la noche, y por situaciones meteorológicas, el viento del oeste. Esta conjunción de hechos reunidos es la condición para que María llegue a percibir al basural como lugar que afecta su salud respiratoria. Esto último varía cuando en el decurso de los relatos aparecen los incendios en los distintos vertederos que han significado históricamente un problema, no solo porque dan cuenta de una incorrecta disposición de los RSU, sino también porque afecta a parte de la población que habita la zona sur y su periurbano, sobre todo por las densas cortinas de humo tóxico cuya deriva depende del viento. Es así como a través de los incendios emerge la potencialidad contaminante y tóxica del basural, la percepción ahonda como peligro real que afecta por un lado la salud, y por el otro impide la labor de las recuperadoras y recuperadores. La toxicidad emerge y se corporiza con el fuego y el humo, se muestra como peligro, en tanto potencial afectación a la salud y la calidad de vida. Sobre esto Yesica, quien vive a un kilómetro aproximadamente del basural sobre la zona sur, refiere a las implicancias que la quema de residuos trae sobre la calidad del aire:

R- Acá del basural te llegan el olor cuando se prenden los incendios, ahí si llega el olor. Se siente el humo. Antes sí sabía prenderse seguido. Eso es tóxico, vos calculá que es todo. Todos los plásticos, todo el olor que te puedas imaginar junto.

P- El humo que genera la quema además de a ustedes que viven cerca, ¿crees que afecta al resto de la ciudad?

R- Afectar afecta a varios, que se yo. Afecta la capa de ozono, ya está, afecta a todos (Yesica, entrevista personal, 2019)

Según Luhmann (1992) la percepción entre riesgo y peligro esta mediada por la decisión, más precisamente el riesgo que implica toda decisión. En este caso las recuperadoras y los recuperadores asumen el riesgo de enfrentarse a agentes potencialmente tóxicos y traumatismos varios que afectan su salubridad en el trabajo. El riesgo está caracterizado por el hecho de que, no obstante la posibilidad de consecuencias negativas, conviene de cualquier modo decidir mejor de una manera que de otra, el riesgo surge así, como una forma de descripción presente del futuro. El peligro en cambio, asume que el posible daño es provocado externamente, es decir, se le atribuye al medio ambiente (Luhmann, 1992). Así los incendios se presentan como peligro, dado que no están mediados por una decisión, y sus potenciales daños. Entonces, el riesgo sugiere siempre una alta contingencia que le otorga a los sujetos la posibilidad de evitar el daño con su elección, en cambio el peligro, en este caso la toxicidad que conlleva la quema de residuos, tiene niveles de afectación más allá de la toma de decisiones individuales, cuyos efectos recaen en el conjunto de los habitantes de la ciudad por el deterioro que provoca en la calidad del aire. La transformación de la materialidad de los residuos, de elementos que permiten la reproducción de la vida de los agentes, a elementos combustibles, permite comprender cómo ese cambio de estado de los materiales altera sustancialmente la vida de los agentes, no solo por la toxicidad de la combustión, sino por su desaparición en el proceso, pero también por la imposibilidad de recuperar estos elementos mientras el basural se incendia. Se pasa de un estadio de reproducción a uno de peligrosidad conforme se altera la materialidad de los residuos.


Contaminación hacia abajo: agua

La contaminación de las napas de agua como consecuencia de la filtración de lixiviados suscita una serie de problemáticas en los barrios circundantes al basural, donde en su mayoría el acceso al agua es por medio de pozos, que ha llevado a tramitar diversas causas judiciales que permitan zanjar esta situación (Bengoa et al., 2005)8. En el caso de algunos de los informantes, cuyas viviendas están emplazadas en las áreas próximas al predio, el acceso al agua se convierte en un problema. Este parece tener cierta estacionalidad, en los meses de invierno y primavera donde la cantidad de precipitaciones abundan, la calidad del agua reúne las condiciones aparentes para su consumo. Por el contrario, en los meses de verano y ante el aumento de la demanda, las condiciones del agua hacen que su consumo se torne riesgoso. Juan relata cómo la diferencia entre una estación y otra transforma su relación con el agua, que implica otra lógica sobre la extracción, que atiende más a una praxis precautoria sobre la calidad de la misma:

Cuando hace mucho calor no está buena. Tenés que dejarla correr un rato porque se nota que no está buena. En invierno no, sacás y listo, pero en verano enchufás la bomba y se nota que no es buena. Baja la vertiente, y ahí tenés los problemas. Toda esta zona está afectada por eso. (Juan, entrevista personal, 2019).

Así la calidad del agua está dada por los sentidos, en donde su aprobación o desaprobación depende del color y el sabor percibidos. Esta situación, que complejiza y dificulta la cotidianeidad de los sujetos, nos lleva a plantearnos interrogantes acerca del rol que el nuevo predio tiene sobre estas posibles consecuencias. La construcción de celdas que contengan los lixiviados y el posterior tratamiento que evita se filtren hacia los cursos de agua freáticos, es una de las principales características con las que fue construido el predio de disposición final que administra CEAMSE. No obstante, para nuestros informantes la percepción acerca de esta nueva forma de tratamiento de los residuos no es sustancial con lo técnicamente construido. La situación del agua con olor nauseabundo y no apta para consumo, no presenta modificaciones sensibles en este sentido. Tampoco el nuevo predio ha significado una ruptura en las condiciones ambientales de las poblaciones circundantes. Esto fue descripto por Juan, que reside desde hace diez años en las inmediaciones del basural a unos 2 kilómetros aproximadamente hacia el sur. Pero con una constante, el agua no es buena:

Toda la vida estuvo contaminando las napas de agua, porque fijate vos las toneladas de mugre y mugre que hay, pero ahora veo como que lo están empeorando, porque como te digo están regando con el agua que sacan de la basura. Riegan las calles en verano para que no vuele tierra, pero lo hacen con esa agua. Supuestamente la tierra, la naturaleza absorbe y purifica todo cuando llega a las napas, pero no creo que las purifique si está toda la basura ahí arriba. Y están haciendo lo mismo, tiran el agua que sacan de la basura para tirarla sobre la tierra, están haciendo lo mismo. (Juan, entrevista personal, 2019)


Reflexiones finales

Volviendo sobre lo planteado anteriormente, abordar solo los modos de representación del ambiente de estos sujetos, despoja de toda historicidad la trama de significados que se tejen en un territorio con las particularidades del caso. Las representaciones sociales sobre el ambiente, son a su vez, representaciones sociales sobre el basural, y según lo analizado no son posibles de escindir unas de otras.

Las diversas narrativas acerca del ambiente adquieren un carácter contextual, los sujetos evocan y construyen representaciones variadas que versan sobre el territorio en el cual están inmersos. Por otro lado, si centramos el análisis desde un punto de vista teórico sobre el ambiente, y más precisamente desde las vertientes contemporáneas, podemos rastrear que muchas de las acciones, discursos y estrategias de reproducción de las recuperadoras y los recuperadores (Gorban, 2014) se inscriben dentro de las propuestas del desarrollo sostenible. Si bien dichas estrategias de los actores han sido analizadas desde la economía popular de los desechos (Vio, 2018); estas pueden ser leídas en clave de sostenibilidad, sobre todo en términos de la reducción de los residuos, que de no ser por el circuito informal, terminarían enterrados. Estos modos de representar, que están enraizados en las propias trayectorias biográficas de los agentes, evidencia un vínculo con el basural a través de una relación de reciprocidad. No solo el basural funciona como sustrato material de la vida de recuperadoras y recuperadores, sino que estos con su accionar contribuyen a prolongar la vida útil del predio, por lo tanto no solo cumplen una labor esencial en términos ambientales, sino también en términos sociales, políticos y económicos.

Por un lado, al acotarse el tiempo de funcionamiento del vertedero, el municipio debería implementar un nuevo plan de gestión con las implicancias del caso, lo que implicaría un costo económico que debería ser solventado por los contribuyentes del PGP. Entonces, reconocer estas acciones en esa clave, permite ver a estos individuos como agentes de re-valorización de materiales. Dicha acción es ante todo una acto de reflexión sobre el modo en el cual ésta materia reaparece en la vida social, colmándose de nuevos sentidos, como sostén y/o productora de nuevos vínculos e identidades (Carenzo, 2011). Por otra parte, y a la luz de los diversos conflictos y las luchas por la materialidad de los residuos que se han suscitado dentro del basural, la comprensión de estos fenómenos nos permite señalar que estas son además luchas ambientales a la vez que sociales, donde el objeto de conservación y disputa puede ser visto como un oxímoron del ambientalismo más clásico, porque precisamente se presenta como espacio contaminado y contaminante, y encarna tras de sí, en su historial de una disposición deficiente de los residuos, la antítesis de la política ambiental en términos de eficiencia.

Puesto que refiere a una disputa por un ambiente que como territorio es lugar de pertenencia e identidad cultural que cruza transversalmente la biografía de los sujetos, que se torna indispensable para concretar las estrategias de reproducción de dichos agentes, y que además es abordado como conflicto ambiental, las disputas en dicho lugar son luchas de un ambientalismo ciruja. Estas luchas ambientales no conllevan la pretensión de subvertir el sistema ni transformar el modelo de acumulación, sino que participan de modo activo en las lógicas de un capitalismo que se presenta como hacedor de un uso eficiente de los recursos y las energías limpias, en donde el recupero encarna el primer eslabón de un circuito que implica múltiples dimensiones, y forman parte de un tejido en el cual la producción, la economía, el bienestar y el ambiente son cara de una misma moneda.

Las disputas por los residuos, en tanto disputas ambientales, no encarnan el tenor de otros conflictos donde lo que se juega es la visión de la conservación de un paisaje, o recursos naturales que aunan un enfoque de la naturaleza como parte de un todo, en efecto, estas suponen ante todo un lenguaje de valoración diferente, una calificación disruptiva dentro de un orden de valoración unívoco. Si tal como lo menciona Cubillas (2015) estos agentes y sus prácticas de recupero son percibidos como trabajadores del no trabajo y que supone re-pensar nuevas formas del mundo del trabajo, estos además, pueden ser vistos como nuevos modos de ser ambientalista dentro del universo del ambientalismo, que implica una caracterización diferente del sujeto ambientalista, y por consecuencia del ambiente. El mundo del trabajo dentro de la quema marca otras experiencias, en especial en cuanto a la relación que se genera análoga a la identificación obrera que durante parte importante del siglo XX estructuró la vida de los asalariados (Castel, 1995), hoy para este grupo está configurada por la vida en el basural, aunque el trabajo adquiere diversos significados y matices como “ganar el peso”, “cirujear”, “juntar” que refieren a formas diversas de nominar las actividades que permiten su reproducción.

Para el grueso de los informantes el basural imprime una identificación que no es posible comprender sino es en la generalidad y complejidad del proceso. Por ello, entender el modo en que estos individuos representan el ambiente debe darse a la luz de lo considerado, dado el carácter polisémico que el ambiente alcanza, y entendiéndolo como la construcción social de un grupo determinado, producto de las relaciones sociales específicas sobre un territorio particular. Es allí donde radica la importancia de este trabajo, que aspira a contribuir a la comprensión de las prácticas de recupero como socialmente relevantes, pero principalmente atender a su praxis ambientalista, que como expresa Martínez Allier (2005) son prácticas de una ecología popular, llevada a cabo por grupos que aunque protestan o resisten, no suelen llamarse a sí mismos como ecologistas, y que emergen a partir de ciertos conflictos de distribución en el uso de recursos ecológicos imprescindibles para procurarse el sustento (Martínez Allier, 2006). Sin embargo, nos parece importante no caer en el esencialismo de una caracterización como esta, a fin de evitar una idealización de las luchas ambientales, ya que este conjunto de agentes se movilizan de formas diversas, tejen estrategias diferentes y, existen al interior de este territorio, tensiones, conflictos y una multiplicidad de elementos que dificultan la tarea de entenderlos como un colectivo o movimiento homogéneo. Resulta por ello prudente comprenderlos como emergentes de una situación particular, sin llegar a encadenarlos a un discurso del buen ambientalista sino en la especificidad de sus luchas.



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Notas

1 Si bien no hay datos oficiales acerca de la cantidad de personas que realizan tareas de recupero en el basural tomamos como referencia los datos brindados por la ONG La Alameda, según sus registros “en el año 2014 alrededor de 410 personas desarrollaban esta actividad”(La Alameda, 2014; citado en Gonzalez Insua y Ferraro, 2015, p. 78).

2 La ENGIRSU se apoya en cuatro principios fundamentales: a) preservación de la salud pública; b) preservación ambiental; c) disminución significativa de residuos a generar; y d) disposición con la aplicación de procesos de minimización, y valorización a través de las 4R (Reducción, Reuso, Reciclado y Recompra). Desde el punto de vista normativo, la Ley Nacional N° 25.916/04 define los Presupuestos Mínimos de aplicación obligatoria para provincias y municipios, estableciendo los estándares mínimos de calidad en la provisión del servicio. Las provincias poseen facultades de autoridad y control del manejo de los residuos sólidos Por su parte la Ley Provincial N° 13.592 regula la disposición y manejo de residuos en la provincia de Buenos Aires siendo la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable la responsable de asistir en la implementación de la política ambiental.

3 Común Unidad de Recuperadores Argentinos Limitada. La cooperativa fue creada en el año 2004 por recuperadores y recuperadoras que realizaban su trabajo en el basural de la ciudad de Mar del Plata. El número de integrantes desde su formación fue variando según diversos conflictos, perdiendo asociados, en gran parte por la mala calidad de los materiales que reciben, producto de una incorrecta separación en origen (Gonzalez Insua, 2019).

4 Se entiende por “cirujear a la recolección de materiales de diferente orden y valor en la basura, incluso antes de que los materiales descartados lleguen al estado de “basura”. Al mismo tiempo, “cartonero” no equivale a “ciruja” al no trabajar necesariamente con basura ni recolectar todo lo que se puede sino solamente cartón. (Villanova, 2013) El “cartonero” es por definición un “recolector” especializado en productos de papel y derivados (Banfi y Paiva, 2016).

5 Según Kessler y Di Virgilio (2008) el empobrecimiento de los sectores medios y su desplazamiento de determinadas posiciones laborales al aumentar el desempleo, suscito que los pobres de vieja data debieran insertarse en puestos de baja calificación. Otros puestos, producto de la modernización, fueron recalificados y no podían seguir siendo ejercidos por sectores populares de bajo nivel educativo. Se produjo así una situación de competencia en el mercado de trabajo, en el cual los pobres estructurales se tornaron menos seleccionables, y puestos que tradicionalmente eran de sectores bajos fueron ocupados por sectores medios empobrecidos pero más calificados. Esto deriva en que los sectores populares encuentran en el recupero de materiales reciclables una opción laboral, que en algunos casos complementa o mixtura otras actividades. Para un estudio que profundiza sobre estas cuestiones véase Vio (2018), en su investigación sobre la economía popular de los residuos.

6 La Real Academia Española define a esta expresión como “Aquello que permite calibrar el valor preciso de una cosa”. Para Walter el basural funciona como aquello que permite calibrar el significado del mundo del trabajo, evidencia así el genuino valor de lo que se evalúa, ante todo si su apariencia despertara dudas, como puede ser la asociación de trabajo vinculada al basural.

7 El territorio en tanto espacio, funciona parcialmente como el andamiaje de un proyecto de vida, o trayecto biográfico, en el cual se articulan vidas personales y colectivas con sus entornos. Desde nuestra perspectiva el territorio es concebido fundamentalmente como un espacio de reconocimiento de sí, o de otros. Es el entorno donde podemos identificar lo nuestro o lo ajeno, y en tal sentido se destaca al territorio como un espacio apropiado. El territorio adquiere por tanto, una propiedad identificatoria (Vergara, 2010).

8 La causa judicial de mayor relevancia es la que a mediados de 2005 comenzó a tramitar en el juzgado N° 11 Margarita Pérez, directora de la Escuela N° 44, que incluso ha llegado a instancias de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires.

 


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